La lluvia en Sevilla

Sevilla 'mundi'

Hay cosas que se curan viajando, aunque el viaje sea alrededor de la propia ciudad que nos alberga

Durante varios años conviví con un zamorano que se especializó en interceptar a sus congéneres por Sevilla. No los buscaba, se los encontraba. Cuando menos te lo esperabas, aparecía del brazo con un paisano, blasfemando de alegría -blasfemar es una forma castellanoleonesa de mostrar entusiasmo. No había Bar Duero, Casa Remesal o Parrilla Lago de Sanabria que se le resistiera. Descubrió que en nuestro bloque vivían dos de Aliste y la hija de un aborigen de Manzanal del Barco. ¡La España vaciada residía en Triana! Tiempo después, caí en la cuenta de lo que todo el mundo sabe: Sevilla es inmensamente más variada y cosmopolita de lo que aparenta ser en ciertos corrillos; a veces se la pinta (e incluso se la sueña) como la reserva endogámica y endógena que jamás ha sido. Su adscripción a las usanzas y tradiciones confunde. Sólo hace falta mirar con atención para reconocer, casi en plan fractal, muchos mundos dentro de esta ciudad.

Lo pensaba el otro día tras encontrarme a una chola paceña por Reyes Católicos. Vestía como visten ellas, con su borsalino y sus trenzas apretadas y la pollera. Seguramente se trataba de una de las mujeres que desfilaron por el centro el pasado fin de semana en la celebración del Carnaval Iberoamericano. La Sevilla americana no fue cosa del pasado, para saberlo basta con acudir a una sesión de posgrado en la Universidad o a una biblioteca del distrito Macarena. La latinidad está consolidada, a pesar de que algunos de nuestros vecinos latinoamericanos aún viven en un contexto marcado por la precariedad. Lo mismo sucede con otras comunidades, basta dar un paseo por El Cerezo o La Candelaria para comprobarlo. La comunidad china, o la ucraniana, o cualquier otra encuentra, a pesar de los embates del revitalizado racismo, el clasismo chato y la xenofobia, un espacio de convivencia en una ciudad que a lo largo de los siglos ha vivido una presencia de etnias y credos vital para la comprensión histórica de la misma.

La Expo 92 significó para Sevilla un hito al filo del shock. Solemos decir que la ciudad se abrió y dio entrada a gente de todas partes que vino a currar con Curro. Quizá recuperara, de otra manera, el carácter internacional que nunca llegó a perder, pero sí a empañarse en los tiempos más grises en los que España entera era una provincia de sí misma. La Sevilla actual sigue esponjando en diversidad. No hablo de quienes vienen momentáneamente para hacer turismo, hablo de cuantos, procedentes del resto del país y del mundo, se instalan aquí para buscarse la vida, investigar, aprender y vivir. Quienes llegan suelen venir abiertos a conocernos. Esa apertura es contagiosa. Salvo, claro está, para quien le da miedo ver más allá de sus narices. Hay cosas que se curan viajando, aunque el viaje sea alrededor de la propia ciudad que nos alberga.

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