La lluvia en Sevilla

Sol de solsticio

El invierno en Sevilla es el mejor momento y el lugar más idóneo para tomar el sol

Será porque mi piel y su reparto caótico de melanina en forma de pecas me ha obligado desde chiquita a huir del sol extremo -en la playa, mi madre no sólo me embadurnaba de cremas protectoras, además me hacía bañarme con camiseta y gorra- por lo que considero que el invierno en Sevilla es el mejor momento y el lugar más idóneo para tomar el sol. No sé cómo el sector turístico, tan ávido de abrir eso tan lúgubre que llaman "nichos de mercado", aún no se ha puesto las pilas para vender Sevilla (lo dicen así) como destino invernal de sol y jardín. Cualquier visitante de la vieja Albión daría mortales patrás de pensar que va a echar una mañana de finales de diciembre dejando que el gran brasero de los pobres le caliente los huesos. Este solecito al filo del solsticio le da mil vueltas (copernicanas) al sol de agosto, que es sol de injusticia, por decir algo fino.

Esto no sólo lo sé y lo prefiero yo. Como diría el último alejandrino de don Antonio, "estos días azules y este sol de la infancia" lo disfrutan bastantes gentes de esta ciudad. Tender muy despacio en la azotea, para que no se agoten las sábanas que desplegar, ni el sol sobre nuestra espalda que se despereza al colgarlas; subir en esprint el remontillo final del llamado paseo de Juan Carlos Primero -el que discurre a la verita de la dársena- para avistar desde arriba, bajo el puente del Alamillo, el brillo del agua soleada; elegir Sierpes a mediodía a pesar de la bulla porque el dios Ra inunda con su misericordia la calle entera; girar las sillas al compás del sol en el kiosko Abilio para aprovechar cada porción de luz y parque; pararse a hablar en una esquina soleada o hacer la fotosíntesis en el balcón son habilidades conocidas por sabio pueblo de Sevilla. Hasta a algún colaborador de esta casa, sin duda bien informado, he visto por casualidad en estos días sentirse alegre y vivo bajo el sol del domingo. ¡Cuántos del norte de Europa se conformarían con menos! Como Diógenes, en los días luminosos de diciembre yo también le diría al magno Alejandro, "échate una mijita pallá, que me estás formando un eclipse".

Aunque haya muchas gentes que en estas fechas le sacan provecho al astro, lo que se sigue estilando aquí es comenzar a torrarse ("coger tono", le llaman, eufemísticamente) en abril, para lucir renegrida en la Feria, y continuar la racha de retostado hasta septiembre o hasta que la piel aguante. Mala idea. La conciencia en torno a la protección solar es algo bastante reciente en nuestra sociedad. Y sigue sin serlo, si nos tiramos en plancha al Lorenzo en verano en las horas centrales del día. En el otro lado de esta balanza está que la mitad de la población española tiene déficit de vitamina D. Al sol no le hemos cogido del todo el compás. Aquí y ahora tenemos para ello una ocasión que brilla más que el oro.

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