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José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Susana y los otros

La crisis de la política española es en buena medida una crisis de calidad de los liderazgos

Hace algún tiempo, tampoco demasiado, todos los que en Madrid presumían de estar al día de las entretelas del poder daban por hecho que Susana Díaz iba a ser la encargada de regenerar el PSOE y que, desde un liderazgo incuestionable de la izquierda, estaba destinada a ser la primera mujer con papeletas para entrar en la Moncloa como presidenta del Gobierno. Lo mismo, por cierto, se pensaba en los despachos equivalentes de Sevilla, aunque quizás con un entusiasmo más moderado. Eran los tiempos en los que Susana llenaba los salones del Ritz para proclamar ante lo más granado del empresariado patrio un PSOE constitucionalista y centrado, y en el que los presidentes de las principales empresas del Íbex la visitaban en el Palacio de San Telmo.

Luego pasó lo que pasó. Díaz, que se había educado en las intrigas y navajeos de su partido, demostró que no había aprovechado las enseñanzas recibidas y perdió el pulso que le echó Pedro Sánchez, que no dejaba de ser una creación suya. A partir de ahí hay poco que contar: intentó mantener Andalucía como un reino de taifas dentro de su partido, pero las elecciones de 2018 con la pérdida de la Junta de Andalucía la condenó definitivamente. Ahora estamos viviendo los estertores de ese proceso.

La trayectoria de Susana Díaz demuestra que la política, como tantas facetas de la vida, es una noria donde tan pronto se está arriba y se es el centro de todas las miradas como se está abajo, ignorado por todos, y que es un mundo en el que los errores se pasan al cobro con una crueldad tremenda. Lo que le ha pasado a la hasta ahora líder del socialismo andaluz tiene mucho que ver con cómo se ha entendido la política y los liderazgos en España en los últimos años. Los puestos dirigentes han sido ocupados por personas más o menos jóvenes sin más experiencia profesional que la propia política ni más horizonte que ocupar un despacho el máximo tiempo posible y educados desde casi la adolescencia en los pulsos de poder del aparato.

En esto Susana no es muy diferente, sin tenernos que alejar demasiado, de Juanma Moreno, al que ahora los tiempos le sonríen pero que hace dos años tenía las maletas hechas porque se le consideraba en su propio partido incapaz de ganarle a los socialistas. Vox, con su subida, por un lado, y la propia Díaz, con sus malos resultado, por el otro, obraron el milagro de hacerlo presidente de la Junta a pesar de que el PP obtuvo menos votos que nunca. A partir de ahí empezó a realizar las cosas razonablemente bien y hoy tiene muchas posibilidades de revalidar en San Telmo. Tampoco difiere mucho el origen y la trayectoria de Pablo Casado o de Pedro Sánchez. Al final, lo que se demuestra es que la crisis de la política española es en buena medida una crisis de liderazgos.

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