PARO Andalucía supera la barrera de los 700.000 desempleados

SENTENCIA Los cuatro jóvenes que causaron la muerte a un hombre a golpes no irán a la cárcel

POR fin he podido escuchar el locuaz verbo de Ángela Vallvey durante hora y media seguida, sin que nadie la interrumpa. El milagro no se ha producido, obvio es decirlo, en la televisión (más que milagro sería el fin del mundo, una nueva era en las comunicaciones), sino en los Cursos de Verano de la Complutense, donde la Premio Nadal se atrevió a titular su conferencia con el título: Cómo ser prosaico sin olvidar la poesía. Trucos para ayudar al poeta a desenvolverse en los medios de comunicación" No es nadie ella. Para eso y para más. Nunca fue mujer de retos fáciles ni de bajar el listón para salir del paso.

La última vez que disfruté del verbo de Vallvey en la televisión pública fue durante la tertulia en la que participaba junto a Cayetana Guillén Cuervo en el programa De calle (gran juego de palabras). Seguramente que a Ángela y a sus compañeras las citaban al menos una hora antes de la grabación. Después pasaban a maquillaje, luego a plató a probar micros, y todo para ¡diez minutos de conversación! Qué desperdicio, con la que está cayendo. Han pasado más de cinco años desde entonces y en La 2, cadena a la que aludo, sigue existiendo otro programa presentado por Cayetana, Atención obras, donde también me da la impresión de que se cita a los invitados y colaboradores una hora antes, se les prepara, se les acicala, se les ilusiona, para más tarde charlar delante de las cámaras sólo unos minutos (casi nunca llegan a diez) invitándonos a completar las intervenciones en Internet.

Ay, Ángela Vallvey. En los márgenes de la charla en El Escorial hubo más molla que en la propia conferencia. Hablando de citas (auténticas y falsas), hablando de hijos. Pero eso requiere tiempo. El que nunca existe en televisión.

Tags

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios