Calle Rioja

Francisco Correal

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Trasplante de fe en el Sagrado Corazón

Conmemoración. Una misa junto al monumento de San Juan celebró los 125 años de la consagración al Sagrado Corazón y los 75 años de la obra encargada por el cardenal Segura

Misa en el Sagrado Corazón.

Misa en el Sagrado Corazón. / José Ángel García

El sábado debió haber muchas bodas en Sevilla. Los invitados a una de ellas formaban un grupo muy especial. Los novios no estaban físicamente en el lugar de la ceremonia; aparecieron en el texto del Evangelio de san Mateo. La lectura en la que un rey va a celebrar la boda de su hijo y los invitados no se dan por aludidos: unos se van a sus tierras, otros a sus negocios. El monarca, furioso, envía a los criados a buscar invitados en los cruces de los caminos. Esa boda tuvo lugar en la explanada del monumento al Sagrado Corazón, un punto de San Juan de Aznalfarache desde el que se divisa la ciudad de Sevilla y todas sus estribaciones.

Los invitados asistían a una doble celebración: el 125 aniversario de la consagración de Sevilla al Sagrado Corazón, un proceso que concluyó en 1898, el año de la pérdida de las colonias, el cardenal Marcelo Spínola (1835-1906), obispo de la diócesis entre 1895 y 1906; y la inauguración del monumento al Sagrado Corazón y consiguiente bendición impartida por el cardenal Pedro Segura (1880-1957), titular de la diócesis entre 1937, segundo año de la guerra civil, y 1957.

“Allí abajo viven un millón de personas, pero muy pocos habéis sido los invitados”. Lo decía el sacerdote que ofició la misa al aire libre a los pies del monumento bajo cuya cripta está enterrado el cardenal Segura. El celebrante era Luis María Jiménez de Cisneros, director diocesano del Apostolado de la Oración, acompañado por Nelson Borges, capellán del monasterio de la Visitación (las Salesas), que bien temprano presidió la peregrinación de fieles y devotos del Sagrado Corazón desde la plaza de las Mercedarias hasta el monumento de San Juan de Aznalfarache.

Desde lo alto se veían las diferentes Sevillas: la que en torno a la torre del Oro fue puerta de América, la puerta de la cristiandad que representó la Giralda, la Sevilla del 29 con las dos torres de la plaza de España, la del 92 con sus puentes, la posterior de la torre Sevilla. La plaza con el monumento es un cuadrante con varias unidades: una iglesia, un colegio, un antiguo convento y Regina Mundi, éste ya próximo a la estación de Metro San Juan Bajo, institución dedicada a personas sin recursos y con problemas de discapacidad.El diseño fue obra de Aurelio Gómez Millán, uno de los hermanos arquitectos cuñados de Aníbal González. La parte escultórica correspondió a José Lafita Díaz, cuya obra ha sido glosada recientemente en una conferencia por su nieta Teresa Lafita. Dios está en todas partes, se dice habitualmente, y su hijo también.

En este caso hasta físicamente, porque el Cristo que preside el monumento en lo alto está a casi cincuenta metros de altura y se divisa desde cualquier parte de Sevilla, incluso desde lugares del Aljarafe, la Vega o los Alcores. “Esta plaza es el lugar donde más conversiones se han realizado por metro cuadrado”, decía el sacerdote oficiante.

1898-1948-2023. Dos conmemoraciones marcadas por dos obispos bien diferentes. El Sagrado Corazón les une, pero además de eso hay alguna otra conexión entre Spínola, gaditano de San Fernando, y Segura, burgalés. El cardenal Segura es ordenado sacerdote en 1906, el año que muere el cardenal Marcelo Spínola. Los dos fueron obispos de la diócesis de Coria-Cáceres. Spínola fue también obispo de Málaga; Segura, de Burgos y de Toledo. Se las tuvo tiesas con la República, que lo desterró a Roma, y también con Franco, a quien le negó el privilegio de entrar bajo palio en la Catedral.

El tiempo acompañó. El sacerdote, que es bien joven, recordó los años de seminarista en los que asomado con sus compañeros de vocación a esta misma explanada veían en la extensión del terreno los retos de un compromiso por estrenar. En primer plano, una Sevilla todavía agrícola y fluvial: el brazo bravo del río Guadalquivir, cabezas de ganado pastando en una dehesa natural, antesala de la metrópolis urbana, industrial, moderna, donde se reza con Trento y con la Teología de la Liberación.

Al terminar la misa, los fieles colocaron en su sitio las sillas. La mayoría, de la empresa Quidiello, un clásico en las fiestas, en los cines de verano, en los festivales de música o los mítines políticos. Una firma que nació en Triana en 1907, un año después de la muerte de Spínola y de la ordenación sacerdotal de Segura y Sáenz. Hace un siglo, en 1923, regía la diócesis hispalense el cardenal Eustaquio Ilundáin, predecesor de Segura, a quien sustituyó en 1957 Bueno Monreal. Tres pastores en seis décadas de la Archidiócesis que coinciden con el final de la Restauración, la dictadura de Primo de Rivera, el final de la monarquía de Alfonso XIII, la II República, la guerra civil, la posguerra, la dictadura de Franco, la democracia de Suárez (y Juan Carlos I) y las elecciones que ganaron los socialistas en 1982, año en el que muere Bueno Monreal.

Ilundain es una media cronológica y pastoral entre las personalidades de los cardenales Spínola y Segura. Uno creó periódicos y otro los amordazó. Pero están unidos por esta línea de puntos del Sagrado Corazón que impacta la vista cuando el Metro que va de Olivar de Quintos a Ciudad Expo abandona su fase subterránea y sale a la superficie. Hay un ascensor para llegar al monumento. La lluvia les dio una tregua a los invitados a esta boda simbólica; el viento se encaprichaba con los libros sagrados e interfería en los ensayos del Padrenuesto y los cánticos del coro. Una nube en forma de oscuro triángulo semejaba el Dios de los pintores barrocos, pero se disolvía.

A sus pies, Sevilla se enseñoreaba de un sábado pletórico: músicos de Cádiz y Mairena del Alcor por la calle García de Vinuesa acompañando a la Virgen del Rosario de la hermandad de las Aguas; extranjeros en la calle Placentines viendo el partido de rugby Argentina-Gales; Moisés Moreno y Gautama del Campo libando cebada en armonía de Arguijo. Paso del ecuador del mes de octubre, que por estas fechas, festividad de santa Teresa de Jesús, siempre coincide con la campaña del Domund, el premio Planeta y un aniversario que tristemente se inició con el milenio: 23 años ya del asesinato del coronel médico Antonio Muñoz Cariñanos.El monumento al Sagrado Corazón vivió un trasplante de fe. Vale la pena ver la ciudad desde esta explanada. Un sky line inédito y longitudinal, línea del cielo con nubes divinas desde donde se ve la urbe y sus aledaños, el río y sus meandros. La cantada Tierra de María Santísima donde siempre se oye el final del Evangelio de san Mateo de la boda del hijo del rey: “porque muchos serán los llamados, pero pocos los elegidos”.

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