CUAL aperitivo de esa nueva justicia tecnológica que prepara su desembarco en LaLiga tras la prueba de fuego en el Mundial, la Supercopa de España tiene pinta de presentarse para el Sevilla como la primera pasada por el arco del triunfo de la temporada en nuestro fútbol, ese conjunto de cosas que por más organismos que oficialmente velen por él –Federación, LFP o sindicato de futbolistas– quienes lo manejan de verdad son los de siempre, Real Madrid y Barcelona. A decir verdad, será la segunda, pues el episodio bochornoso por el que entre Lopetegui y Florentino han puesto en ridículo ante el mundo a la selección dio el pistoletazo de salida al baile de despropósitos de cada año.

Todo empieza a ser un sinsentido y va en contra del espíritu original que busca este deporte –que mientras no se demuestre lo contrario es ganar– cuando un club antepone el dinero que le reporta un compromiso de mercadotecnia en EEUU a un título para sus vitrinas. Pero es lo que ocurre cuando, como pasa en nuestro fútbol, los participantes van a dos velocidades distintas. El Barça engorda la caja para tener acceso a jugadores de 80 millones en adelante para competir con sus rivales de verdad (Real Madrid, Bayern, Juventus, City...) tratando al resto como un nuevo rico a un limpiabotas.

A todo esto, tampoco hay que pasar por alto la torpeza de un club que pretende hacer respetar algo que llegó a asumir, el cambio de fechas. Casi coincidiendo con Rubiales diciendo que los dos presidentes estaban de acuerdo en el partido único anunciaba el Sevilla un amistoso el día 4 –el mismo día del origen del conflicto por parte del Barça–, ante el Arsenal. Por mucho que avisara que se suspendería si la Supercopa era al final el día 5, no parece muy coherente mostrarse ahora tan beligerante.Hasta el último hincha sabe que el VAR que llegue a España no será el mismo que el del Mundial. Y el primer gol, si no hay sorpresas, apunta a la escuadra del Sevilla.