Vacunas contra el cansancio

Creer que es posible llevar a cabo nuestras ilusiones es la vacuna que inexcusablemente debemos ponernos

Estamos exhaustos. Por la pandemia, los confinamientos, las muertes. Por la ineficacia de los partidos incapaces de pactar entre si incluso en esta coyuntura; por la verborrea de quienes crispan porque sólo saben vivir de las heridas; por las mentiras que a base de repetirse se convierten en dogmas; porque no podemos abrazarnos, ni viajar y porque las reservas de esperanza se van agotando y las vacunas siguen sin llegar. Y el cansancio que padecemos no es de los que se curan con una buena siesta, sino de los que necesita recuperar la sintonía con todo lo que nos rodea. Porque simplemente queremos vivir como antes, en paz, y no podemos. Por eso cuando nos preguntan por cómo estamos, la respuesta es "cansados". Malos tiempos para las ilusiones, ya casi nadie habla de victorias, como dijo Rimbaud:"Resistir es suficiente".

Tras la crisis sanitaria, vino el desastre económico, y ya se atisban en el horizonte los millones de tragedias que todo ello va a provocar en nuestras mentes. Una sociedad agotada difícilmente generará sueños en sus sucesores, porque es imposible dar lo que no se tiene. El coronavirus nos ha infectado el cuerpo, pero sobre todo ha traído decepción y hartazgo a nuestros corazones. Para gran parte de la sociedad vivir se ha convertido en un trabajo forzoso y otros tantos, los más optimistas, bostezan incluso dormidos. El Covid ha reducido el tamaño de nuestros mundos; nos ha envejecido el alma; ha introducido miedo en los pensamientos y ha detenido la mayor parte de nuestros comportamientos. Seguro que conocerán casos similares: yo sé de un gran hombre que se dejó ir porque no quería vivir en un mundo así.

La llegada del virus nos cogió desprevenidos, sin mascarillas, ni gel, ni vacunas. Ante la inminente explosión de la ola del desánimo, urge ir preparándonos porque la tristeza socava los edificios más altos y hunde a las personas más entusiastas. Es fundamental vacunarnos con optimismo y recordar que vivir es un regalo maravilloso incluso con mascarilla. Jóvenes y mayores; de derechas o de izquierdas; del Madrid o del Barca, todos compartimos algo esencial: nuestra fuerza tiene el tamaño de las ilusiones que albergamos. Creer que es posible llevarlas a cabo es la vacuna que inexcusablemente debemos ponernos. Hay un proverbio japonés que dice que "es mejor viajar lleno de esperanza, que llegar". Necesitamos ver la meta, pero mientras nos acercamos a ella, hagámoslo alegres e ilusionados. La fórmula no garantiza el resultado, pero hará más divertido el camino.

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