Una nueva Sevilla en altura

Las terrazas verbeneras y con alberca se extienden por un centro sin alma

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Una imagen desde la Plaza de la Contratación.
Una imagen desde la Plaza de la Contratación. / M. G.

15 de diciembre 2025 - 04:00

La Gerencia de Urbanismo se ha convertido en una oficina para autorizar rehabilitaciones de casas del centro como hotelitos con encanto con ascensor y derecho a alberca. Menos mal que de vez en cuando les queda tiempo para mejorar el pavimento de la Cuesta del Rosario o poner farolas fernandinas (de Fernando Vázquez) o las de modelo Santa Cruz (como las de la calle Velázquez). Está por ver cómo queda la nueva Plaza nueva (expresión que tanto le gustaba al alcalde Monteserín, que ya la puso patas arriba en 2007). Pero los tiempos se imponen y ahora toca la reforma de casas con piscinita y las denominadas azoteas habitables, cuando en realidad quieren llamarlas disfrutables, pero el lenguaje progresista invade todo con sus espacios y sostenibilidades y con la necesidad de visibilizar las comodidades. Hay una nueva Sevilla que crece poco a poco en las alturas. Hay que mirar hacia arriba y comprobar la cantidad de azotes con sus luces, charcas para el baño y veladores al estilo de la Italia turística que aprovecha todos esos espacios en altura que permiten la contemplación de las ciudades bellas. Adiós a las azoteas para tender la colada. Hay que ir mucho más allá que el uso para los cordeles y el cestillo de los alfileres (o palillos).

Ni una casa sin alberca en la azotea, ni un bar sin Aperol ni gildas, ni un monumento sin cola, ni un restaurante sin su cuenta en las redes para quejarse de las mesas que dejan colgadas los desaprensivos clientes. El principio de siglo fue el de los áticos retranqueados sin licencia, como el de los años sesenta del siglo XX fue el de la huida de los señores del centro a los grandes pisos de los Remedios. Ahora necesitamos casas para apartamentos turísticos, pero que tengan esa quinta fachada disfrutable en una ciudad con pocos días de frío. El efecto es que nos quedamos poco a poco sin tejados, pero eso importará poco a la masa y quizás solo interese a algunos conservacionistas de los que el gobierno de Sanz premia con buen criterio. Basta subir a la Giralda para comprobar el mapa de puntos azules que nos está quedando, aunque el importante es el punto azul glacial de la cerveza. Todos son piscinas minimalistas en este centro sin alma para que no se nos escape un visitante. Muchas son casi bañeras de tamaño ridículo, pero bastan como plató del selfie de la felicidad impostada con el gin tonic en una mano. Se aprecian, además, muchas terrazas verbeneras para la animación de las noches, que a veces basta con una manta o una estufa de seta para pasar un rato al aire libre y darle al fumeque. Se puede suprimir el servicio de limpieza de las habitaciones para rebajar los costes y, además, orillar el problema de la falta de profesionales, como hacen las líneas de bajo coste, pero no se pueden ofrecer alojamientos en Sevilla sin una piscinita en altura. De la Sevilla roja estudiada por el profesor Macarro, a la Sevilla azul piscinera que genera el turismo depredador.

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