Acción de gracias

Val

Resulta que esa estrella con fama de difícil también había sentido la punzada de no responder a las expectativas

Me han echado de casi todas mis pelis. Siempre acaban buscando a otra persona", declara el actor Val Kilmer al principio de Val, el emocionante documental que dirigen Leo Scott y Ting Poo y que ya puede verse en Filmin. Esa frase preliminar ya desbarata los prejuicios del espectador: resulta que esa estrella a la que rodeó la fama de ser soberbio y difícil en los rodajes, aquel sex symbol que durante un tiempo acaparó las portadas, también había sentido la punzada de no responder a las expectativas, había conocido el rechazo. Cuando logró su primer papel protagonista en una obra de teatro, relata Kilmer poco después, quizás para ilustrar que esa inseguridad tenía sus motivos, el productor de aquel espectáculo lo fue relegando a un personaje cada vez más breve, porque Kevin Bacon y Sean Penn estaban disponibles y él no era tan popular y carismático como ellos. A partir de ahí, Val será la historia de un hombre que persigue un sueño que no podrá materializar nunca. El jovencito que estudia en Juilliard, que aspira a encarnar a Hamlet y se prepara para ello; el galán enredado en la maquinaria de Hollywood que se avergüenza del material que tiene que defender, que llama sin éxito a las puertas de Kubrick o Scorsese y que cuando consigue su mayor éxito es escondido tras la máscara de Batman, en un traje que le impide moverse, en un proyecto en el que no puede volcar nada de sí mismo. A medida que pasan los años irá creciendo dentro de él una insatisfacción profunda, la rabia por no poder demostrar su valía, pero, como afirma en una entrevista, con qué derecho va a quejarse él, un actor que encadena un trabajo tras otro en la profesión con mayor porcentaje de paro.

Hay otros elementos que confieren dramatismo y hondura a ese retrato: el protagonista de The Doors o El santo revisa su historia y sus frustraciones con el físico devastado, y tras haber sufrido un cáncer de garganta que le ha afectado a la voz. "No estoy para tirar cohetes. Promociono a mi antiguo yo, mi antigua carrera", declara mientras asume el papel que le ha reservado la vida, el de una vieja gloria que se reencuentra con su público, firmando fotografías de Top Gun en la Comic-Con o asistiendo a proyecciones de Tombstone en giras a las que accede porque en ellas, dice, se siente "más agradecido que humillado". Los espectadores asistimos al dolor de ese hombre -también a su esperanza, a su fe- conscientes de que en cierto modo es nuestra historia; que en su peripecia, tan lejana a la nuestra, vemos reflejadas nuestras fantasías y decepciones, el miedo a no haber sido comprendidos. Qué extraña es la vida: ese Val Kilmer roto y aún en búsqueda, tan humano, es el personaje memorable, redondo, que el cine no había querido darle hasta ahora.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios