La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El teleférico, el talismán perdido
La ventana
INQUIETO estoy desde que las lenguas, y no de doble filo, me susurraron esto que voy a contarles. Paseando ayer por San Jacinto y viendo con estupefacción que, según las dimensiones de sus vías, las bicicletas son tan anchas como los coches, un pescadero amigo que tertuliaba con un antiguo tabernero que dejó mustio el Altozano cuando cerró fue quien me sopló la especie, increíble especie. Preferiría que no fuese verdad, pero me temo que lleva todas las trazas de ser el evangelio según Triana. Resulta que como la acera ha ganado en trapío, pues le dieron permiso verbal a cierto industrial para que pusiese veladores. Y el hombre los colocó, pero cometió el terrible pecado de formar parte de la manifestación trianera de hace unos días y, para colmo de desdichas, salió en la foto. Y como el que se mueve no sale en la foto, pues al día siguiente llegaba la autoridad mandando quitar los veladores. A que debería ser sólo un maledicente bulo...
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