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josé / rodríguez De La Borbolla

Vidas de Amalia, vida de Andalucía

Amalia Gómez es una mujer que se caracteriza por su tolerancia, firmeza y afán de decencia

LAS ciudades medias de Andalucía tienen un patrimonio histórico, arquitectónico, cultural y vital absolutamente fuera de lo común. Las tramas urbanas, los pavimentos, los edificios y las actitudes de sus habitantes tienen el poso de todas las presencias allí habidas. Ayamonte, La Palma del Condado, Arcos, Sanlúcar de Barrameda, Aracena, Carmona, Utrera, Marchena, Osuna, Écija, Ronda, Antequera, Cabra, El Carpio, Montilla, Alcalá la Real, Martos, Úbeda, Baeza, Guadix, y Baza, entre otras, constituyen una realidad conjunta de difícil encuentro en ningún otro territorio del planeta. En todas ellas, además, inspirados por su pasado y ansiosos de impulsar la proyección hacia el futuro, existen meritorios grupos de personas que trabajan por la cultura, por el arte, por la convivencia ordenada y por el patrimonio de Andalucía.

En una de esas ciudades, la más central y una de las más mestizas de todas ellas, en Antequera, se produjo la semana pasada el ingreso de Amalia Gómez Gómez en la Real Academia de Nobles Artes, refundada en su día por uno de los andaluces más hondos de nuestro tiempo cercano, José Antonio Muñoz Rojas, y presidida por Bartolomé Ruiz, un antequerano de Casabermeja que ha dedicado toda su vida al patrimonio histórico. ¿Un acto menor? ¿Un ámbito de segundo orden? ¿Una mera anécdota? Nada de eso.

Allí, en la iglesia de Santo Domingo, plantada con solvencia sobre un suelo del que se desprenden efluvios seculares, Amalia nos habló de las ciudades y de las miradas sobre las ciudades. No de las grandes ciudades del mundo, sino de las ciudades a la medida del hombre. Y no de miradas cualesquiera, sino de las miradas que cumplen el consejo de Pessoa: "La mejor manera de viajar es sentir. Sentir todo de todas maneras. Sentir todo sin limitaciones". Un grandísimo discurso lleno de vida interior, de interés por todo su entorno y de amor hacia lo nuestro.

Allí, también allí, con Amalia, los presentes pudimos valorar la importancia de encontrarnos, durante nuestra vida, con ejemplos vivos de humanidad y de comportamiento decente. En una sociedad democrática, cualquier persona que sienta interés por los demás, puede desarrollar distintas vidas: vida política, vida pública, vida profesional y vida privada. Lo anómalo no es eso, lo anómalo es que esas vidas distintas se vivan como una sola vida. Lo deseable es que esas vidas se vivan aplicando en todo caso los mismos criterios: la mirada y el respeto al otro; la tolerancia hacia el distinto; la entereza, firmeza de criterio y respeto por uno mismo; la adecuación a las normas sociales y el afán de limpieza y de decencia en todo y por todo.

Amalia Gómez es así. Ha vivido y vive todas sus vidas como una única vida. Yo creo que, básicamente, porque siempre ha tenido en cuenta al otro, al que está a nuestro lado, y porque sabe que lo importante, como en los toros, es no descomponer nunca la figura. En política, por ejemplo, siempre me recuerda a Churchill, cuando dijo que "la misión de un político es hacer que la gente que vive en nuestro tiempo se alimente mejor y sea un poco más feliz".

Último dato. En Sevilla, en mi opinión, hay dos Nazarenos inverosímiles: uno, el Gran Poder, es el hombre hecho Dios; el otro, Pasión, es el Dios hecho hombre. Pues bien, Amalia es hermana del Dios hecho hombre. ¿Será por algo? Andalucía es más viva con Amalia.

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