El nombre de todos los ahogados
Virginia y Juan deben tomar un café
Los candidatos a presidir el PP de Sevilla deben evitar que se destape el cubo de la basura que, al final, ensucia a todos
El PP de Sevilla es una olla a presión. La formación llega fracturada de nuevo a otro congreso. Ocurre, casualmente, en el momento de más bajo nivel de la política española desde la muerte de Franco. Los problemas pueden ser parecidos, pero el contexto no es el de hace cuatro años. La gente está agotada de enfrentamientos que tienen muy poca relación o ninguna con sus problemas reales. Los telediarios cuentan unas historias que dejan a la clase política en pañales, como gente sin escrúpulo, actores malos de teatro, sujetos sin principios e individuos sin compromiso. Está comprobado que todo eso está amortizado mientras los españoles llegan a fin de mes. A nadie le sorprenden las pillerías de nuestros políticos, pero todo cambia si el personal no tiene trabajo y en casa hay necesidades.
El duelo que se vive en el centro-derecha de Sevilla carece de sentido, sobre todo porque está poniendo al descubierto vergüenzas, miserias y, una vez más, esa baja estofa que acaba metiendo a todos en el mismo saco. No hay un debate ideológico, sino una guerra de poder por el poder. Unos quieren que la actual presidenta se vaya porque sí, otros quieren tener atado en corto desde Madrid a los dirigentes de la Junta. Los de la Junta a su vez temen quedar en jaque si el bueno de Juan Ávila no gana el congreso. En San Telmo han olvidado que su rival no es Virginia Pérez, ni Pablo Casado, sino la reorganización del PSOE en torno a un Juan Espadas sin aristas y el imparable ascenso de Vox. Quedan pocos días y algunos tienen la tentación de destapar el cubo de la basura, lo cual perjudicaría enormemente a todos, absolutamente a todos. Cómo puede despreciar un partido el coraje de una política joven como Virginia Pérez, a la que algunos ven ya como la Thatcher del Sur. Cómo se puede forzar a esta aventura de forma repentina a un alcalde solvente como Ávila, que tiene un perfil tan escaso en el PP, que ha nacido de la misma sociedad civil y que hasta ahora ha defendido sin complejos a los carmonenses ante la misma Junta de Andalucía.
¿En qué cabeza cabe poner en riesgo recursos de esta valía en una guerra fratricida? No, no son los tiempos ya de las libretas azules, los dedazos y el helado de moka en la Moncloa. Virginia Pérez y Juan Ávila deben sentarse y hablar. Cada uno sabe en qué puede ceder el otro. Si no hay entendimiento, se corren dos serios riegos. Si gana Virginia Pérez, el presidente de la Junta queda en evidencia. Y si gana Juan Ávila, el enfrentamiento de Génova con San Telmo se recrudece en un contexto, repito, muy delicado.
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