Mucha es la tarea que tiene por delante Manuel Pellegrini para conseguir que el Betis se convierta en un equipo fiable. Y es que aparte de las barrabasadas que el VAR le dedica hay que convenir en que no es fácil entender cómo un equipo que tiene como defecto principal la falta de intensidad ha sufrido más expulsiones que el resto de la categoría, todo el resto de la categoría. Y es que terminar como se empieza es lo normal, no esto.

Hay quien dice que el comportamiento escudriñador del VAR con el Betis es como opositar al segundazo. No creo que sea para tanto, pero no por el artilugio buscador de aguja en pajar, sino porque la calidad del equipo bético está muy por encima de la media. Claro que cuatro expulsiones por roja directa en cuatro partidos es demasiado para que sea soportable. Mandi en dos ocasiones, Emerson y Montoya han sido los damnificados y, curioso, todos por el VAR.

En un equipo tan poco intenso como este Betis resulta extraño tal sangría y sólo cabe rezar para a ver si tras los tres penaltis de Mestalla, se reconduce el papel del VAR. Pellegrini ha dado en la tecla recién terminado el partido del Camp Nou preguntándose que quién arbitra un partido, si el propio árbitro o el VAR. Mejor dicho hubiera sido no achacarle la tragedia al aparatito y sí a los que lo manipulan, que pasan del "sigan, sigan" en flagrante infracción a escudriñar marcha atrás.

Tiene Pellegrini una ardua tarea por delante y es la de compaginar intensidad y justicia. Si su equipo es capaz de mostrarse tan intenso como otros sin sufrir tantos desavíos, formidable, miel sobre hojuelas; como no dé con esa piedra filosofal, mal asunto y a encomendarse a todo el santoral preferente toca. Y es que como sigan así los números que le proclaman líder en goles encajados y tarjetas recibidas, el porvenir se antoja oscuro. A ver si tras el trío de penaltis en Mestalla, el VAR...