Un día en la vida

Manuel Barea

mbarea@diariodesevilla.es

1950, un tal William Gaddis anda por Sevilla

Un joven escritor yanqui carga en Sevilla con el manuscrito de una de las grandes novelas del siglo XX

Quiero imaginar a William Gaddis paseando por Sevilla sin mapa desplegable ni móvil con GPS, por las callejuelas del barrio del Museo, de regreso a la pensión o el albergue o lo que quiera que fuera el sitio en el que pernoctaba. Puedo hacerlo gracias al editor José Luis Amores, que traduce algunas cartas del escritor neoyorquino y las cuelga en internet, en la página web de su editorial, www.palidofuego.com.

G addis en Sevilla en 1950. Tiene 28 años. Faltan cinco para que se publique su novela Los reconocimientos. Debe llevar el manuscrito encima. "Aquí estoy, con 45 libros y 9 kilos de obra propia, e imposible saber a qué llegará ésta", escribe a su madre en una carta. Está fechada en la calle San Roque, 15. Sevilla. España, "una tierra para cruzar en fuga". A dos pasos del Bellas Artes. No hay ni rastro en esa calle de esa pensión, o del albergue, o de lo que fuera -él está en un dormitorio que le recuerda al de un hospital, con sus cuatro camas blancas- 68 años después. Gaddis le habla a su madre del bar Capi, "muy cerca", pero ya no hay ningún bar Capi, en el que él come un pajarito frito con mucho aceite y siente la simpatía en los rostros de los parroquianos.

Gaddis no es famoso en 1950. Aunque Gaddis no es famoso en 2018. No parece que mucha gente haya leído Los reconocimientos. Da igual que sea una de las grandes novelas del siglo XX. La editorial Sexto Piso, que ha traído a las librerías españolas la obra de Gaddis, volvió a colocarla hace poco en los estantes. Ya lo había hecho en 1987 Alfaguara. ¿Ha tenido Sexto Piso algo más de éxito? En fin, que la gente lea lo que plazca. Allá cada cual. Decía que en 1950 Gaddis no es nadie, por usar una de las expresiones más desafortunadas del habla coloquial. Es un joven viajero, que no turista -no hay turismo entonces-, al que la educación decimonónica y la reverencia autóctona por el anglosajón que entonces recorría España -versado, culto, elegante y obviamente más moderno- lo trata de "don Guillermo". Así lo llaman en aquel enero sevillano Eulalio, su "amigo", y su mujer Salud y la hija de ambos, Rosita. ¿Quiénes fueron estas personas, estos sevillanos que, sin saberlo, trataron a uno de los grandes escritores del siglo XX? ¿Queda alguna huella de ellos, de su paso por esta vida? ¿O se han perdido como la pensión de la calle San Roque y el bar Capi? Dieron de comer y de beber a Gaddis, le dieron su afecto, sin duda con un punto de zalamería, le dieron cobijo, le hicieron reír, le cantaron La Tani, copla que él incluirá en su novela. Si queda viva alguna de ellas, será tan vieja que es casi imposible que recuerde a aquel joven yanqui que cargaba, en Sevilla, con el manuscrito de Los reconocimientos.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios