La ventana

Luis Carlos Peris

lcperis@diariodesevilla.es

En el adiós a un personaje imprescindible

Estábamos en un adiós como Dios manda, como siempre fue, sin el efecto paliativo del tanatorio, ese invento en el que la muerte pierde crudeza. Estábamos en la intimidad recoleta de la capilla de su hermandad, esa del Baratillo por la que don Otto Moeckel von Friess se dejaba generosamente su día a día, el de una vida que empezó a apagarse cuando Carmen, aquella sanluqueña que ponía el contrapunto de su sal a la rigidez teutona de su marido, lo dejó para el reencuentro de hoy en la eternidad. Don Otto llevaba el don incorporado, como si fuese un nombre compuesto sin posible separación, como si su rigurosidad congénita impusiese el rito y la norma innegociables. Estábamos, ya digo, en el intimismo baratillero y ante el cuerpo inerte de este sevillanísimo alemán no podíamos más que pensar en lo mucho que necesitaremos a personas como don Otto Moeckel.

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