¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Empalagados de andalucismo
Alas 12 de la noche del domingo ya se sabía todo, o sea, no se sabía nada. Porque la que había ganado en realidad había perdido, el que había perdido no dimitía, la que quería sumar no sumaba nada y otro de los perdedores, que había crecido un poco, ganado un poquito, se había arrellanado en el sofá esperando a que saliera la ganadora/perdedora, fuera a rendirle pleitesía si quería gobernar. Una historia repetida ya en España hasta que haya un acuerdo suficiente para cambiar la Ley Electoral en el sentido de hacer inviable negociaciones que son chantajes o son venganzas. ¿Con una segunda vuelta? Con lo que sea con tal de que lo que estamos a punto de contemplar de nuevo, esta vez en Extremadura, no se pueda producir. Una segunda vuelta es mejor que otras elecciones, hay países que la tienen y se quitan muchos problemas de encima. Es que, verás, si yo he votado a la perdedora y no al que ahora está que se sale porque sus votos son imprescindibles, ¿por qué razón tengo que admitir presupuestos o premisas que no he votado ni votaría nunca? Es el viejo trágala del período ominoso, lo que conduce a muchos cada vez más, a la abstención pero no a la de ir a votar y depositar una papeleta en blanco en la urna, no, la de quedarse en casa y que les den. En Extremadura ha crecido el número y ya he oído, al perdedor absoluto, echarle las culpas a la ganadora que ha perdido, para entendernos. Eso es otra, en vez de hacer un profundo análisis de conciencia, se prepara a resistir el largo invierno, no asumir responsabilidades, permanecer hasta que escampe y lo siguiente. Puede que me equivoque, claro, y no aguante la presión, pero hasta el momento, unanimidad, admite los malos resultados “pero no dimite” (sic). Como casi siempre, hace falta agua hirviendo para que dejen el sillón, dónde si no. Ahora, que el escenario puede que sea el general autonómico y el futuro español, el éxito del pacto entre los que ganen pero pierdan, como la extremeña, y los que pierden pero que para ellos es un triunfo y, por tanto, exigen un precio insoportable. Sánchez los llama la derecha y la extrema derecha, como si fueran dos magnitudes homologables, ¿como ellos y Bildu? Ahora empieza esto, es lo que quería decir. El domingo fue el primer acto del drama.
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