Desde mi córner

Luis Carlos Peris

Un análisis desde la estupefacción

CREÍAME curado de espanto, pero el espanto está claro que no tiene cura. Existe algún que otro paliativo para atenuar sus efectos, pero cura, lo que se dice cura, no tiene. En ninguna probeta se ha descubierto la vacuna que inmunice contra el espanto y bien que se está comprobando al rebufo del cese de un entrenador de fútbol que tuvo muchos días de gloria, pero que ha caído por el mismo motivo que innumerables colegas, por no ganar.

Bien sabe el cielo que no hubiese nada más deseable por mí que la continuidad de Pepe Mel, pero dejó de ganar y así como le dieron confianza en otras ocasiones parecidas, a la tercera ha sido la vencida. Puede haber sido porque en las anteriores había más fe en el plantel que ahora, puede ser. Puede ser también que la reconocida incuria de los que manejan la nave vaya acompañada de un sexto sentido que les ha puesto alerta y temerosos por lo que puede ser devastador.

Está demostrado que no hay peor ignorante que el que está convencido de saber qué se trae entre manos y he ahí el retrato psicológico de un Consejo que antier le vio por vez primera la patita al lobo de la repulsa. En fútbol sólo hay dos motivos para aguantar en el palco sin descomponer la figura. Una es el amor al club que maneja; el otro, que el dinero particular esté en juego. Ninguna de las dos condiciones se dan en este mandarinato, por lo que a ver lo que aguantan.

Y en el ojo de este huracán en que se ha convertido el Betis, la amenaza de un fantasma que ha reaparecido al compás de los fracasos deportivos. Ese fantasma que tiene a su profeta imputado está asomando la patita para mal de un Betis agredido periódicamente. Ese clima de preguerra civil que ha desencadenado el cese de Pepe Mel sólo puede cobrarse una víctima, ese Real Betis Balompié tantas veces alanceado y ninguna muerto, pero tanto va el cántaro a la fuente...

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