Hace un año, la Copa del Rey deparó el mayor disgusto del curso al bético tras haber solventado la ida en Carranza. Pero cuando todo indicaba que el Betis no tendría problema alguno, el batacazo, manita incluida, fue de órdago a la grande. Aquello estuvo a punto de llevarse por delante el proyecto que lidera Quique Setién y de hecho fue el detonante para que los días verdiblancos se acabaran para algún o algunos futbolistas.

Fue tremendo cómo iban cayendo balones en las redes que debía guardar Dani Giménez y toda la grada del Villamarín entró en un estado de shock como rara vez se da en un campo de fútbol. Con un 2-4 al descanso, el Betis iba camino de un fondo que llegó a pisar en Las Palmas tres días después y que iba a durar hasta la noche de Reyes. Fue un diciembre tan negro que la continuidad de Setién se mantuvo porque en este Betis de hoy no se toman decisiones a la ligera.

Aquello fue el 30 de noviembre y hoy es 6 de diciembre por todo el día, pero los números son los mismos que aquella vez. Victoria mínima en la ida y un histórico venido a menos al otro lado del río. El gol de Sergio León en el Sardinero debería ser suficiente para afrontar el reto sin apuros. También la distancia que debe separar a un equipo de Primera y otro de Segunda B es argumento de suficiente calado como para que no haya que tirar del frasco de las sales, pero fútbol es fútbol.

No son ganas de alarmar, pero no caben distracciones y en el Betis suelen aparecer estos despistes cíclicamente. Las circunstancias objetivas son similares a las del curso pasado con el Cádiz, pero las sensaciones que emite el equipo bético son mucho más satisfactorias y como dando más pie a la confianza. Lo cierto es que esta noche hay Copa al final de la Palmera y que quien viene es un histórico que, además, anda muy fuerte en la categoría que le está tocando sufrir, ergo...