La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

El asco del acero de moda en los edificios

Está de moda el uso de un material churretoso en rehabilitaciones y diversas mamarrachadas varias

Los años noventa fueron los del auge de la dichosa losa de pizarra en el centro histórico de Sevilla y otras ciudades como Jerez. Nos creíamos hasta entonces que no había nada peor que las capas de asfalto sobre los adoquines y el urbanismo moscovita de las plazas duras. Pues sí que lo había: el entorno de la Catedral pavimentado con losas de pizarra que se rompían al paso de un coche de caballos. Un desastre. Nuestro fragmento de patrimonio de la humanidad amanecía con desperfectos un día sí el otro también. Alguien se lo llevó calentito colocando las losas gallegas, apropiadas para climas de mucha lluvia, en la ciudad caracterizada por los cielos despejados y el sol alto casi todo el año. Ahora el picudo rojo de las restauraciones, rehabilitaciones y mamarrachadas gordas es el uso del asqueroso acero corten. Los comerciales de este churretoso material se deben estar haciendo de oro. Comenzó su instalación en el muy llamativo restaurante de la calle Betis (digámoslo así) y su espantosa cubierta. Y se ha ido extendiendo como los adosados del Aljarafe: lenta e inexorablemente. Es horrible comprobar cómo se trata de un material que rápidamente resulta sucio, con manchas, de dudosa estética y que genera sensación de calor. Pareciera que uno echa un huevo encima de una plancha de acero corten y se va a freír enseguida. Hay acero corten en fachadas del conjunto histórico de la ciudad, como lo hay en los pueblos con el mismo gusto de cuando se colocaban terribles alicatados. Por cierto, cuando los pueblos fueron consiguiendo las circunvalaciones perdimos la oportunidad de admirar esos horrendos alicatados, así como la lectura de esos nombres de discotecas y cafeterías que son de catálogo: Osiris, Vulcano, New York... Y a las salidas de los términos municipales siempre estaban unas casas aisladas con luces rojas y un aparcamiento oculto por paneles con cáñamo. A lo que íbamos. Te encuentras acero corten a la vera del Guadalquivir, como en la fachada de una casa de hermandad con solera, sin olvidar esos ejemplos de arquitectura de tanatorio que sufrimos en la zona monumental. La suciedad que rápidamente presenta recuerda a la de las placas de abogados y médicos que sus titulares no se molestan en limpiar. El acero corten debería estar en la lista negra de los materiales, al menos en el conjunto histórico declarado y en los dos arrabales: Triana y San Bernardo. Que te lo encuentres en los pueblos, donde lo colocaron al albur de proyectos promovidos por la locura de los alcaldes en los años del dinero abundante... pero en el casco histórico de Sevilla es un atentado. Uno más.

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