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Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

El asco de las fuentes de la Alameda de Hércules de Sevilla

Mejor que sigan sin funcionar tras leer la explicación de Urbanismo: recogen el agua donde han orinado los perros Los tontucios de Sevilla

Imagen de archivo de las fuentes en funcionamiento de la Alameda de Hércules.

Imagen de archivo de las fuentes en funcionamiento de la Alameda de Hércules. / M. G. (Sevilla)

Hace meses que no funcionan las fuentes de la Alameda de Hércules. Nos referimos a las minimalistas que proyectan chorros desde el suelo y a las que pulverizan el agua como si fueran aquellas de moda desde 1992. Hay que decir como el tío de la megafonía estruendosa de la Calle del Infierno bajo la luz de focos cegadores: “¡Qué alegría, qué alboroto, otro perrito piloto!”. Y que sigan apagadas, señor delegado de Urbanismo. Si es que no tendrían ni que existir, pero mucho menos funcionar desde que hemos leído la respuesta a la pregunta del Grupo Popular en el Ayuntamiento: “Estas fuentes utilizan el propio pavimento transitable como vaso para la recogida y recirculación del agua. La suciedad y excrementos de animales que se depositan sobre ese pavimento conllevan que el agua que se recoge y que debe volver a salir por los pulverizadores instalados en el pavimento no se pueda desinfectar correctamente”. Qué asco, señores. ¿Y cuánto tiempo hemos estado expuestos al agua con restos de excrementos caninos? Que no quiero verla, que no quiero verla, el agua de las fuentes de la Alameda que no quiero verla.

“Actualmente se están estudiando las soluciones técnicas más adecuadas para que estas fuentes puedan funcionar con las suficientes garantías de salubridad, no obstante, dada la complejidad de la implementación de las mismas, aún no se puede fijar una fecha para su ejecución”. No queremos agua de las fuentes de la Alameda. Que sigan cegadas. Una chapuza fue la reurbanización y otra –está visto– el sistema de fuentes que se construyó. Con la Alameda y el agua de sus fuentes pasa lo que aquel al que le contaron años después cómo se hacían las salchichas que se comió en cierto restaurante. Si ya lo dijo el político británico: la gente no debe saber cómo se hacen las leyes ni las salchichas. Y hoy habría que añadir: ni de dónde viene el agua de las fuentes de la Alameda de Hércules de Sevilla.

Hace bien la oposición municipal en preguntar. No sabremos cuándo y cómo volverá el agua limpia al lugar que antaño fue paseo señorial de la Sevilla del XIX. Después derivó en zona de mala fama y mercadillo dominical caótico. Fue la coartada perfecta para su remodelación. Y nos la tuvimos que tragar con el mismo argumentario que dice algunos a pie de calle sobre la Encarnación: “¿Preferías la plaza con charcos y ratas?”. De momento sólo podemos desear es que las fuentes sigan desactivadas y sin despedir agua con restos de excrementos. La lista de cosas sin funcionar que mantenemos en Sevilla es extensa. Y acepta nuevas incorporaciones. Nos basta con no recordar las salchichas que nos comimos. Y a usted con olvidar aquel cumpleaños infantil en una ludoteca tras el que estuvo tantas horas junto a las fuentes... de la Alameda.

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