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La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

Los tontucios de Sevilla

Se meten con la saturación cofradiera para embadurnarse de un halo impostado de intelectualidad ¿La Palmera? No la conoce ni la madre que la parió

PIntada en el centro de Sevilla.

PIntada en el centro de Sevilla. / M. G. (Sevilla)

Una ciudad que vive de los turistas y amanece con pintadas contra ellos, fuente principal de su economía, tiene un problema. Guiris go home. Así se leía en la pared de un inmueble del entorno de la Plaza de la Encarnación, según conocimos por el periodista Pepe Fernández, fino observador de cuanto ocurre en el centro histórico de la ciudad, que nos consta que se patea cada día. No es una buena noticia la que Pepe nos cuenta, pues recordamos cuanto ocurrió en Barcelona justo antes del confinamiento: agresiones a turistas que disfrutaban plácidamente de una jornada de ocio en los veladores de la terraza de un bar.

Ni pensar queremos que ocurra aquí algo similar. Los excesos del turismo son un problema que los llamados culturetas (en la práctica son marqueses apócrifos del postureo) evitan con una suerte de exilio no exento de pretensiones de elitismo. Sucede con el turismo y la literatura como ocurre con la Semana Santa, que son asuntos, disciplinas y fiestas que los tontucios aprovechan para distinguirse del supuesto populacho mientras el contador del abono del Netflix de sus casas revela que no paran de consumir plúmbeas series norteamericanas destinadas al público de sofá, palomitas y chorreón de ketchup.

Gastan de todo como casi todos, pero proyectan opiniones cobardonas salvo para mofarse en un círculo cerrado de gente como Joaquín, el jugador del Real Betis. Aquí, en Sevilla, somos todos muy valientes excepto cuando hay que firmar las opiniones con nombres y apellidos. Te los encuentras en la misma ciudad, en los mismos bares y en la misma oferta cultural, pero ellos procuran distinguirse con la voz más tronante, que no más cualificada. Muy valientes para despotricar de los excesos cofradieros, porque eso les reporta un halo de supuesta distinción, pero carecen de lo que hay que tener para hacer lo mismo con el turismo desaforado. ¡Ay, que te vi el pirulí! Claro que hay una saturación de procesiones, vía crucis y coronaciones. Hasta el gorro estamos algunos. Pero, almas mías, apuntad también de vez en cuando hacia otro lado, criaturas, que se os ve el plumerito, que rima con el complejito. ¿Y no la hay de turistas, franquicias de comida rápida, cafés, galletas, bares de copas y hoteles de supuestas cinco estrellas que en realidad son de tres y media? Ay, pero queda mejor meterse con las cofradías porque ellas nunca se quejan y –jo, tía– eso me da un aire de pro-gre-sis-mo de pastiche que se ajusta con el marco mental de la izquierda que es la zona de confort de la sociedad actual. Son los tontucios en versión hispalense. Seguiremos. Tontucios go home.

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