Azul Klein

Charo Ramos

chramos@grupojoly.com

En las aulas

Los profesores de los barrios más desfavorecidos se merecen el aplauso social y el refuerzo administrativo

El escritor José María Conget impartió lengua y literatura antes de jubilarse en un instituto al que acudían alumnos del barrio de Los Pajaritos. Fue, según cuenta, una de las mejores experiencias en su larga carrera docente. Como en esas películas de centros conflictivos que conforman un subgénero propio del cine francés, los muchachos le advirtieron dos cosas el primer día de clase: que habían hecho llorar a su antecesor y que a ellos no les interesaba estar allí, porque en el futuro iban a limpiar casas, trabajar en un taller de coches o trapichear. "El Tuto [por el instituto] es la cárcel", mascullaban. Lo que empezó como una declaración de guerra terminó siendo un aula modélica, limpia, disciplinada, donde el profesor supo demostrar cariño y respeto por los alumnos y adecuar los contenidos a sus niveles y expectativas vitales. En lugar de obsesionarse con los sonetos de Garcilaso de la Vega o Quevedo los ayudaba a escribir, a hablar con propiedad, a poder rellenar facturas, a entender un requerimiento oficial. Lejos de intimidarse, Conget disfrutaba con su compañía, con el relato de sus vidas, y escribió algún relato sobre aquellos muchachos que su colega y paisano Ignacio Martínez de Pisón elogia en su última visita a la capital andaluza, donde promociona su novela Fin de temporada (Seix Barral). Conget y Pisón son amigos desde hace años y es un privilegio escuchar la conversación entre dos personas inteligentes que aparcan cualquier ego literario para ser los mejores lectores y prescriptores del otro. A Pisón le sorprende, viendo esta bella Sevilla que se abre al otoño, que contenga los dos barrios más marginales de España y siente curiosidad por la visita de los Reyes a las Tres Mil Viviendas. Es difícil incluso para los propios sevillanos tomar conciencia de todas las bolsas de pobreza que subsisten en la capital andaluza. Hizo bien el alcalde Juan Espadas en visitar el instituto del Polígono Norte en el arranque del curso, en alentar a sus profesores, pero no es suficiente. Si la pandemia ha convertido el regreso a las aulas en un riesgo y un quebradero de cabeza, lo es mucho más en los barrios más desfavorecidos, donde la escolarización permanece como la última oportunidad para la igualdad y la lucha contra la exclusión, aunque a veces -como me recuerda con pesar un profesor tan joven como vocacional- los propios familiares sólo se preocupen por el absentismo porque les descarta para solicitar ayudas sociales. A los docentes que en este curso tan difícil mantienen viva la llama del saber y el respeto en el Polígono Sur, Tres Barrios-Amate y Torreblanca, por citar sólo los tres primeros núcleos sevillanos entre los de menor renta media por habitante de España, cuánto bien les haría escuchar el aplauso social y el refuerzo administrativo.

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