ESTUDIO Los peligros para la salud de las máquinas sopladoras de limpieza urbana

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Coge el dinero y corre

fede / durán

n ave espacial

CUANDO Griñán mandaba, solía repetir que en España, como país rico, hay dinero de sobra para cubrir el núcleo irrenunciable del Estado del bienestar -educación, sanidad-. Lo hay, efectivamente, siempre que el resto del circulante no se emplee justo en conservar lo que nuestros políticos conservan: el pulpo. Pulpo es una palabra menos peyorativa que chiringuito expresando exactamente lo mismo, una maraña, una enredadera, un complejo mosaico de favores y colocaciones, una fregona cuyo cabezal es la Junta (o el ayuntamiento de turno, o la Administración General).

Las reticencias a desmontarlo son tan rocosas que han podido incluso con el oleaje de la crisis. Porque la autoridad prefiere prescindir de interinos, abarrotar las aulas y alargar las listas de espera a cerrar organismos de escasa utilidad al frente de los cuales suelen estar personas de dudosa hoja de servicios e impoluto carné de partido. Se castiga al funcionario para mantener al director, al asesor y al chófer. Se empobrece al ciudadano a costa de conservar una estructura de país heredada del complejo de inferioridad frente a los nacionalismos, pero también del microchovinismo español, un defecto que evidencia escaso mundo, notable miopía y una férrea convicción en el aniquilamiento de la sociedad civil mediante una tutela implícitamente dictatorial. Se compra al sindicalista a través del turbio mecanismo de las subvenciones para formación. Se amordaza al empresario con licencias y concursos que bien valen una donación (caso Bárcenas) y un prolongado silencio. Se compra a los medios de comunicación con ayudas y publicidad. Y sobre todo se tacha de radical al discordante, al individuo o colectivo no alineado, al que lucha por crear un marco justo y vigoroso de convivencia social, política, cultural, burocrática y económica.

Cualquiera en su sano juicio estaría en contra de gastar más de lo que ingresa. Cualquiera menos los gestores de lo público, porque lo público, en España, en vez de parecer de todos parece de nadie, y todo lo que cae en el círculo de la incertidumbre es, como las Américas al ser descubiertas, digno de saqueo.

Es sencillamente vergonzoso que a estas alturas todo siga igual. Es indignante que nadie, desde dentro del sistema, empujado por la ética, haya planteado las medidas más inmediatas que el país requiere para superar la partitocracia y funcionar con un panel de mandos donde se incluyan los botones de Limitación de Mandatos, Control de las Cuentas de los Partidos, Supervisión Real del Gasto Público; Creación de un Verdadero Cuerpo de Funcionarios Independientes de la Contingencia Política; Eliminación de Organismos Duplicados; Expulsión de los Corruptos; Autofinanciación de Patronales y Sindicatos; Prohibición de las Prácticas Fraudulentas de la Banca y de los Salarios Desmesurados de sus Jerifaltes; o Exilio de los Periodistas de Parte, que ya tienen suficiente trabajo con la telebasura. Manejar semejante nave espacial ya disuadiría a la mayoría de intentarlo. Y así, al final, sólo lo intentarían los buenos.

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