Javier / Mérida

La bandera azul de estrellas amarillas en el cielo de Miki

Con efecto

24 de junio 2013 - 01:00

Ala misma hora en la que hoy se lo recordará recibía el beticismo la noticia más triste que se pueda concebir: la de la muerte de un hombre joven, de un deportista con toda una carrera por delante y que, en su corta estancia entre nosotros, había sido capaz de dejar boquiabierto a quien lo escuchó merced a sus mensajes, tan serenos como maduros.

Imposible olvidar, no sólo aquel día en el que el rumor, más o menos esperado, fue haciéndose carne, sino ese anuncio un año antes en marzo en el que sus lágrimas más enteras, junto a Gordillo, Mel y Tomás Calero, apretó los corazones de miles de personas. "Para mí se acaba la temporada; me han encontrado un tumor aunque los médicos son optimistas", espetó.

Esas almas aún dolidas, pero en especial las que sienten en verdiblanco, le han preparado hoy un memorial. Los béticos, con sus pulseras verdes ajadas pero aún cosidas en las muñecas, vitorearán a un joven capaz de dejar un legado de humanidad ante la imposibilidad de haberlo logrado como más le hubiese gustado: jugando al fútbol.

Miki Roqué es eterno desde aquel 24 de junio de 2012 en que dejó de estar entre nosotros. Su dorsal, el 26, no lo ha vuelto a lucir ningún canterano; en ese minuto se lo jalea en cada partido en Heliópolis... El jovencísimo trempolín sigue muy presente y hoy su cielo es una bandera azul con doce estrellas amarillas que él ondea con orgullo por el éxito de su Eurobetis.

Siempre en la memoria, hace unos días, como muchos otros, lo recordaba con Mel. "El Betis no da apenas centrales, sólo mediapuntas pequeñitos", le solté. "El nuestro era Miki, no lo olvides nunca", me espetó. Lleva razón el madrileño. Porque el aura del catalán es de tal magnitud que a veces no le hace justicia al aparcar lo inmenso que iba a ser también como futbolista. Era el presente y el futuro. Hoy no es pasado, es eterno.

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