Sueños esféricos
Juan Antonio Solís
El derbi es otro código y el Sevilla lo descifra mejor
la ciudad y los días
COINCIDO con la plataforma cívica Por el Derecho al Descanso: el botellón no se soluciona multando. Pero discrepo en la solución que proponen: celebrar "reuniones abiertas" con "el sector de los jóvenes" para llegar a un "acuerdo alternativo" que podría habilitar zonas "no sólo para beber, sino que también cuenten con actividades culturales". Que el botellón no se soluciona multando -porque las multas no se pagarán o ya las pagará papá… y a seguir haciendo botellón- no quiere decir que esté contra las multas. Creo en ellas como castigo y disuasión, pero no como solución.
En cuanto a las alternativas apuntadas por la plataforma cívica no entiendo muy bien lo de la "reunión abierta" (¿cuántos participarían?) y aún menos lo del "sector de los jóvenes" (¿qué jóvenes, quién los representaría, a través de qué procesos de elección?). Tampoco entiendo lo del "acuerdo alternativo" y aún menos lo de las actividades culturales. Por lo menos en el sentido que doy a la palabra cultura. No me imagino que paseando por la ciudad a la Orquesta Barroca de Sevilla u ofreciendo conciertos de jazz al aire libre se acabe con el botellón. La música amansa las fieras, se dice; pero también las excita. Depende de qué música se trate. Y lo que la palabra cultura pueda significar en el entorno del botellón me temo que tenga mucho más que ver con las músicas regresivas tipo tam-tam tribal que excitan a las fieras que con las que las amansan.
La única solución a corto plazo para el botellón es, aún más que la punitiva de las multas, la represiva. Pero se trata de una solución peligrosa, porque de seguro que provocará altercados, e injusta, porque combatiría un síntoma sin solucionar su causa. El botellón es el resultado de un estado de cosas que tiene que ver con el fracaso educativo o hasta con la renuncia a educar; con la crisis de la familia o hasta con su desintegración; con el basto hedonismo y el grosero nihilismo de masas; con las inducciones consumistas; con la carencia de proyectos transformadores que ofrezcan alternativas reales a la insatisfacción de los jóvenes.
El botellón no es antisocial, sino lo que esta sociedad produce y quiere; no es transgresor, sino conformista; no se opone a lo socialmente dominante, se somete a ello. El antisocial, transgresor, inconformista e insumiso es el joven que no va de botellón y no consume cultura basura, el que lee u oye música de calidad no programada por el mercado o las redes. Ese es el bicho y el raro, el que atenta contra lo que sus explotadores políticos (que los quieren manipulables) o mercantiles (que los quieren consumidores acríticos) esperan de los jóvenes.
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