Buenos y malos cristianos

Cercas.
Cercas.

11 de diciembre 2025 - 05:30

DE Javier Cercas he leído un par de libros: Soldados de Salamina, que me pareció una novela curiosa y entretenida (ni mucho menos esa maravilla que deslumbró al marqués de Vargas Llosa) y Anatomía de un instante, un gran reportaje histórico independientemente de que comparta o no todo lo allí expuesto. Después llegó El monarca de las sombras, que no terminé de leer porque, como nos dijo Gracián, la queja desprestigia al que abusa de ella, y lo mandé a la caja de descartes cuyo destino es acabar en alguna librería de lance. Y hasta ahí mi relación con el exitoso escritor.

Como todos, Cercas tiene sus opiniones políticas, las cuales no suelo compartir, pero admiré su valentía durante el procés. La resistencia ante la ahora amnistiada intentona independentista fue la última vez en que las dos Españas machadianas remaron en la misma dirección debido a su deseo de salvar la unidad del país y su democracia. Después, cuando llegó el sanchismo con su ingeniería plurinacional, todo saltó por los aires. Y aquí estamos en la actualidad, polarizados cual osos blancos. Pese a todo, Sánchez aparece en algunas encuestas como el líder político más valorado por los españoles, lo que da una idea del estado de confusión en la que se encuentran las ubérrimas razas.

Como saben, de resultas de su encuentro con el papa Francisco, Javier Cercas escribió un libro triunfador, El loco de Dios en el fin del mundo, el cual no he leído y del que, por lo tanto, no opinaré. Pero sí me están llamando la atención las declaraciones que, con motivo de la promoción del susodicho bártulo, el escritor ha realizado en los últimos tiempos sobre la Iglesia Católica y el cristianismo en general, muchas de las cuales desvelan su desconocimiento de esta milenaria religión. Destacaré la última con la que me he topado y en la que el autor catalo-cacereño aseguraba que “Cristo se entendería con los zapatistas, pero no con Vox”. Es divertido ver a un autoproclamado ateo caer en la farisaica tentación de repartir carnés de buenos y malos cristianos, algo a lo que nunca se atreven los santos creyentes. Esa tendencia propia de una beata de novela realista a decidir quiénes son los elegidos por el Ungido, basándose por lo general en un catecismo buenista despojado de cualquier atisbo de sacralidad, la hemos observado en los últimos tiempos en gentes cuya vivencia y conocimientos religiosos son mínimos, superficiales y banales. Y, oh casualidad, siempre los que a su entender pueden considerarse como “verdaderos cristianos” son los que coinciden con sus opiniones políticas y sociales. No juzguéis y no seréis juzgados, dijo el Rey de Reyes.

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