La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Una nueva Sevilla en altura
EL colectivo gay, que agrupa a homosexuales, lesbianas y transexuales, ha organizado, con el respaldo expreso del Ayuntamiento, una cabalgata que recorrerá mañana sábado las calles de Sevilla para celebrar el denominado Día del Orgullo, una vieja reivindicación de este grupo ciudadano para defender sus derechos, no reconocidos durante décadas, y festejar los avances experimentados en los últimos años. En democracia nada puede objetarse al hecho de que los ciudadanos, con independencia de su credo, raza, religión u orientación sexual, quieran salir a la calle en manifestación pacífica para defender determinados principios. Es justo y razonable. Lógico. Otra cuestión es el cariz que desde el gobierno local se le pretende dar a este acto, cuya celebración no cuenta con el respaldo de todas las asociaciones que representan a los homosexuales. Mientras hay entidades como la Agrupación de Transexuales de Andalucía (ATA) que respaldan la medida, otras, como Colega, consideran inconveniente su celebración. Y dan dos motivos: la frivolidad que supone celebrar "un carnaval gay" en tiempos de crisis y el escaso impacto real que este tipo de eventos tienen sobre la labor, loable y necesaria, que vienen haciendo desde hace tiempo para que la sociedad abandone las viejas costumbres de discriminación contra los homosexuales. Ambas posturas son respetables. Lo que quizás ya no lo sea tanto es que la delegada municipal de Cultura, Maribel Montaño, haya decidido gastarse 100.000 euros en dos días para sufragar los conciertos y actos en favor de la cabalgata. Dadas las necesidades sociales de Sevilla en tiempos de crisis, que estos fondos se gasten en un evento lúdico -con independencia de quienes sean sus promotores- parece deberse más a un interés por patrimonializar políticamente las reivindicaciones de este colectivo que por un apoyo sostenido a las políticas de igualdad que reclama la sociedad. Es necesaria una reflexión sobre la escasa voluntad de determinados colectivos sociales a asumir dos de los rasgos inherentes a la verdadera sociedad civil: la independencia de criterio y la vocación de hacer las cosas por sí mismos, sin necesidad de tantas ayudas públicas. Algo que, por cierto, no es sólo exclusivo del colectivo gay.
También te puede interesar