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Carlos Mármol

El candidato más pronto que tarde

EN política, en general, las decisiones se toman en base a dos elementos: la intuición y el análisis. La afinidad personal, huelga decirlo, entra dentro de la primera categoría. En función de cuál de las dos materias predomine más o menos a la hora de resolver una determinada cuestión, el resultado consecuente será fruto del genio -en el primer caso- o del cerebro -en el segundo-. O de la suma de ambos. A veces ni uno ni otro garantizan eso que llamamos triunfo.

El proceso de salida de Monteseirín de la Alcaldía hispalense, precipitado esta semana por el anuncio del presidente de la Junta, se antoja complicado y agrio. No sólo para él, que si ha cambiado de criterio en relación a sus conocidos deseos de encabezar una cuarta candidatura a la Alcaldía acaso sea como posible baza de negociación para lo que su entorno llama "una salida digna" del cargo. También para los otros actores presentes en el tablero de ajedrez. Unos, por la incertidumbre creada tras el sorprendente anuncio de Griñán. Otros, por el desconocimiento de cuáles son sus opciones reales de futuro.

Lo que parece evidente es que el calendario oficial tan sólo es eso: oficial. Cumplirlo se antoja una tarea imposible. Si el PSOE insistiera en posponer cualquier decisión hasta julio dejaría a Zoido -crecido tras la confirmación de la salida forzada de Monteseirín- campo abonado para liderar durante más de un año un Ayuntamiento cuyo gobierno municipal estaba desde hace tiempo en una fase de decadencia más que notable. Incluso aunque Monteseirín decidiera agotar todo el mandato -como le piden ahora Griñán y la Ejecutiva provincial- la ausencia de un referente político único y claro en las filas socialistas sólo contribuiría a dar alas al PP.

Tal situación, además, no se salva estableciendo una Alcaldía interina en la persona de Rosamar Prieto, opción con la que en su día amagó, aunque puramente a efectos retóricos, la Ejecutiva provincial. Un regidor a tiempo parcial no restaría protagonismo -por su propia naturaleza temporal- a Zoido, al que el escenario político de momento le beneficia. Notables representantes de la dirección del PSOE de Sevilla reconocen en privado que tal idea buscaba más evitar las opciones de Celis -como sucesor natural de Monteseirín- que otra cosa.

De hecho, la petición de Griñán para que Monteseirín agote el actual mandato fue ayer muy bien recibida por el partido en Sevilla. La dirección provincial, de hecho, ya trabaja con la hipótesis de que los tiempos deberán de acelerarse al máximo. ¿Cuándo? Todavía no está claro. Para abrir el proceso de designación del candidato habría que pedir antes el plácet de Madrid. Y éste, de momento, no se ha producido, aunque, vistas las cosas, no será nada difícil. Todas las fuentes consultadas coinciden en que no se puede esperar hasta julio. Que sea en abril o mayo entra dentro de lo razonable. Una vez despejado el escenario global tras la celebración del congreso regional en el que Griñán será investido oficialmente secretario general del PSOE andaluz.

La segunda cuestión es quiénes van a decidir sobre la sucesión. La opinión de Griñán, evidentemente, es el factor clave. Claro que, dada la singular coyuntura electoral de Sevilla, hasta ahora hostil a los socialistas debido a la distorsión que producía la figura política del alcalde, no sería raro que esta resolución no sea cosa de una única persona, sino resultado de las deliberaciones de una suerte de sanedrín en el que uno tome la iniciativa y los demás ponderen. La presencia de Monteseirín se da por descontada. Se le consultará por cortesía previa. Punto. Después la cosa será interna. Con esa hipótesis trabajan algunos de los hipotéticos alcaldables, que por ahora evitan postularse de forma directa ante el riesgo cierto de quemarse antes de tiempo.

Si la decisión es pues compartida, y el campo de batalla no garantiza la victoria, todo conduce a pensar que quien hable primero marcará el proceso. La postura de la dirección provincial es conocida al menos desde 2007: el cambio de candidato era necesario para combatir la tendencia electoral a la baja que acusa el PSOE en la capital. Misma tesis que alimentaba en su día la sustitución de Monteseirín por Emilio Carrillo, operación que frustró el regidor al negarse a aceptar la salida acordada con el partido para evitarse un sucesor no deseado.

Ido Carrillo, casi todos los nombres realmente con opciones se limitan a dos: Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, concejal de Presidencia y Urbanismo; y Juan Espadas, consejero de Vivienda y Ordenación del Territorio de la Junta de Andalucía. Ninguno de ambos se incluyen a sí mismos en quiniela alguna. Pero son las personas de las que todo el mundo -dentro y fuera del PSOE- habla. A favor del primero cuenta su cercanía con Griñán. En contra, su vínculo con Monteseirín y la antipatía que provoca en la dirección provincial del PSOE de Sevilla.

El segundo, que sería una posible opción por parte de la dirección socialista a pactar con Griñán, está el factor de la renovación. La llegada de un consejero a la batalla por la Alcaldía implicaría, según algunos, que el partido se toma el reto en serio. En contra, en cambio, al igual que Celis, tiene su escaso grado de conocimiento popular. Una de las claves de los estudios de opinión encargados por el PSOE en Sevilla es que es necesario tiempo suficiente para dar a conocer a un cabeza de lista. Espadas, por otro lado, contaría con el inconveniente de no poder hacer campaña desde Plaza Nueva -cosa que sí podría hacer Celis- y de no tener tampoco estructura orgánica propia, cosa que, en el caso de algunas agrupaciones de Sevilla capital, sí tiene el concejal de Urbanismo.

Fuentes de la dirección del PSOE insisten en que los nombres que salen a la palestra no son válidos. Aunque todo el mundo coincide en los mismos. "El partido no ha hablado con nadie", se sostiene. "Se elegirá la opción que permita ganar", recalcan. Y se pide que no se hagan elucubraciones. Esencialmente, más que por prudencia porque -sorprendentemente- no hay hoja de ruta. Esto es: los socialistas han precipitado la salida de Monteseirín -con la que venía especulándose desde 2007- en un momento procesal realmente difícil. Con todo el partido pendiente del reparto de poder que se consumará en el inminente cónclave regional, donde, salvo la figura de Griñán, la gran incógnita es saber quién jugará el papel de mayoral orgánico del presidente de la Junta y medir el protagonismo de los distintos secretarios generales, entre ellos el de Sevilla, José Antonio Viera.

Claro que desde que Emilio Carrillo decidió tirar la toalla, presionado por el entorno de Monteseirín, y renunciar a su acta de concejal, junto a los habituales nombres de Celis y Espadas, siempre ha existido la posibilidad -para unos, remota; para otros, cierta- de que quien encabece la lista del PSOE a la Alcaldía sea el propio secretario provincial. La falta de un referente claro abonaría esta tesis, que desde el PSOE se presentaría como un "sacrificio" debido a la difícil herencia a gestionar: el pacto con IU en Plaza Nueva -inevitable si se quiere gobernar-, los grandes proyectos pendientes y, sobre todo, el escenario electoral a partir del cual hay que empezar a trabajar. Con un PP ascendente -aunque aún, según los estudios, sin mayoría para gobernar solo- y con un PSOE en descenso y con la hipoteca de IU. ¿Y si pierde? ¿Puede un secretario provincial descabalgar a un alcalde y no revalidar después la mayoría? Para contestar a esta pregunta hay que mirar en dirección al cuartel de la Puerta de la Carne, sede de la Diputación Provincial. Para presidir la Corporación basta con ser concejal. No es necesario ser alcalde.

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