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Sine die

Ismael / Yebra

La casa de 'ocnos'

Aveces, el problema no es de dinero, sino de prioridades y voluntades. Son muchos los que se gastan miles de euros en vistosos coches y no disponen de calefacción o de un sillón cómodo en el que pasar la tarde en casa de forma confortable. Lo mismo ocurre con la cosa pública. Hay gestores, por llamarlos de forma amable, que tiran el dinero ajeno en proyectos faraónicos y absurdos, lamentándose luego de que el presupuesto no llega para otras cosas. En nuestra ciudad existen varios ejemplos palpables de tan magno despilfarro, llevados adelante contra viento y marea, en tanto que proyectos realmente necesarios están paralizados año tras año, legislatura tras legislatura.

Este sábado es el aniversario de la muerte de Luis Cernuda y, como en tantas otras ocasiones, me asalta la idea de lo injusta que es nuestra ciudad con sus hijos más preclaros. En esta urbe de pantomima que nos ha tocado vivir no encuentran su lugar aquellos que se salen del guión preestablecido y abominan de la farándula, el folclore o el más rancio tipismo. Ni siquiera Cernuda, que por sus circunstancias personales podría formar parte del selecto grupo de los considerados políticamente correctos, escapa de esta racanería institucional. Si hubiera sido capataz, pregonero, futbolista, torero o bailaor no hubiera habido problema alguno. Pero ser poeta, no ejercer de sevillano gracioso y, para colmo, una vez que escribe un libro sobre su ciudad ni siquiera pronuncia su nombre, no se le perdona. Dirán que no es de los nuestros.

El Ayuntamiento, con buen criterio, va a comprar la casa del cardenal Wiseman en la calle Fabiola para instalar allí un museo. ¿No habría unas migajas para hacer lo mismo con la casa natal de Cernuda? Es la casa de Ocnos, como dice don Rogelio Reyes Cano. Allí está el patio en el que Albanio veía correr la vela cada tarde, la escalera en la que se sentaba a imaginar mundos desconocidos, la fuente en la que nadaban los pececillos de colores, los balcones por los que oía los pregones que marcaban el paso del tiempo y las notas del piano de un vecino que podría ser Turina. El precio no es excesivo y alguna fundación podría ser la vía para que la piqueta no acabe para siempre con la casa de Ocnos. Allí se podría instalar un centro de la generación del 27 o la Casa de los Poetas, con Pepe Serrallé incluido. No todo va a ser bares, franquicias y tiendas de helados.

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