EL equipo de gobierno del Ayuntamiento de Málaga, que lidera con éxito Francisco de la Torre, ha anunciado una draconiana reducción del número de coches oficiales: pasan de 23 a 8 los que quedarán a disposición de los concejales para desplazamientos en función de su cargo. Los ediles los usarán de manera rotatoria y, como no siempre habrá para todos, se echará mano del transporte público y del servicio local de taxis.

Se espera ahorrar 108.000 euros anuales. Poca cosa, dirán algunos, y con razón. Mientras no adelgacen las bulímicas administraciones públicas que mantenemos, ahítas de organismos y funcionarios, apenas serán efectivos estos gestos de austeridad en el gasto corriente. No obstante, desconfío de quienes -casualmente, siempre instalados en el poder- a cada propuesta de disminución del coste de los aparatos burocráticos del Estado responden con la misma cantinela: "Bah, eso es el chocolate del loro".

Chocolate por aquí, chocolate por allá, el loro susodicho debe estar muy por encima de las medidas de Falete: a cualquier administración pública española es más fácil saltarla que rodearla. No paran de engordar. Sólo por eso ya merece la pena que un ayuntamiento se someta a dieta. Aunque sea renunciando nada más que a parte del postre. ¿Que únicamente se ahorran 108.000 euros al año? Buenos son. Es mejor no gastar 108.000 euros en coches oficiales que gastarlos.

El recorte, por alicorto que parezca, tiene un valor pedagógico y cívico indudable. Por un lado, muestra a unos concejales que, de mejor o peor grado, asumen que la dignidad de su cargo no se mide por el nivel de sus prebendas y ventajas en relación con el vecino común y corriente, sino por su propia condición de electos para la defensa del interés general; por otro, combate la obscena ostentación de poderío que los signos externos del mando constituyen en una situación en la que mucha gente tiene graves dificultades, no para llegar a fin de mes, sino para empezarlo. Con la excusa de la seguridad aquí se ha abusado del coche oficial, eso está claro, y, abuso sobre abuso, algunos lo utilizan para todo, incluyendo actos de partido, festivos y familiares. La imagen de un ministro en bicicleta nos suena a extravío exótico y nórdico.

La medida malagueña debería ser imitada, aunque sólo sea por esta enseñanza moral de la austeridad en tiempos de crisis. Además, ayuda modestamente a la tarea de restringir el tráfico privado en los cascos históricos de las ciudades y sirve a los concejales afectados de vacuna contra el aislamiento y la lejanía. Se dice que en cuanto alguien sube a un coche ya no razona como peatón, sino como conductor. En cuanto se sube al coche oficial y un chófer le lleva, deja de pensar como peatón y como conductor. Cambia su vida.

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