Cogía el capote como se coge el capote en el toreo según Sevilla, no a puñados sino como se toman los cubiertos. Con las yemas de los dedos y derecho, siempre muy derecho, sin necesidad de enseñar los tirantes para llevar al toro lo más lejos posible. Se nos ha ido el más puro intérprete de los de plata, el Tito de San Bernardo, ese torero de una vez que profesaba la ley de la autenticidad vestido de seda y plata. Lo hacía bajo la premisa de que el mejor capotazo es el que no se da para que el toro llegue a las manos del jefe lo menos resabiado posible. Manuel era un torero de una vez en la plaza y un hombre cabal en la calle, elegante y afable a la vez, santo y seña de cuantos forman el particularísimo planeta de los toros. Se nos ha ido nonagenario, pero aún le quedaba cuerda para decirle al joven aficionado cómo se coge el capote según el leal saber y entender de Sevilla.