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La complejidad de los arcoíris

La España de 2024 continúa albergando maneras muy diferentes de sentirse español

Los muchos españoles que creen que en España solo hay una nación, ven a quienes defienden que se trata de un estado plurinacional como el principal enemigo a derrotar. Están convencidos de que los nacionalismos vascos y catalán solo pretenden acabar con el actual orden constitucional. No entraré en un debate que viene produciéndose en nuestra tierra desde el mismo momento que se unieron en matrimonio Isabel de Castilla y Fernando de Aragón. España nació de la suma de diferentes reinos y la mezcla ha cuajado en una sociedad plural en la que nada hay más común a todos sus habitantes que discutir permanentemente sobre sus diferencias. Es un conflicto aburrido, que no construye nada, sino que empobrece a todos. Las disputas han generado pasiones encontradas, guerras y mitologías para todos los gustos: Los comuneros castellanos, els segadors catalanes o las guerras carlistas del siglo XIX que convirtieron en leyenda a militares como Espartero o Tomás de Zumalacárregui, son ejemplo de ello.

Si la historia se repite sirve para concluir que hay alguna piedra en el camino que traba su devenir y nos guste o no cualquier análisis pasa por reconocerlo. Personalmente me resulta propio del pasado milenio reducir nuestra identidad al lugar donde nacemos casualmente y considero que la mejor manera de ser español es ser europeo; pero la España de 2024 continúa albergando maneras muy diferentes de sentirse español. Ejemplo rotundo de ello son los resultados de las elecciones en Euskadi y el previsible en las catalanas, dos territorios en los que el nacionalismo local obtiene una representación mayoritaria, al igual que en Madrid ocurre con el español. Que los impresentables de Bildu o los golpistas catalanes sean ampliamente votados en sus territorios, molesta tanto al votante españolista en Madrid, como al revés que quienes quieren gestionar el Ampurdán o el Goyerri igual que al Barrio de Salamanca obtengan mayoría absoluta en la Capital. Tendríamos que comenzar por admitir que España es una macedonia con diferentes sabores, algunos de los cuales pueden no gustarnos, pero que la solución, si la hay, no pasa por tratar de reducirla a un único ingrediente. Formamos parte de un mosaico y por separado somos piedras de diferentes tamaños y colores, que conjuntamente ofrecemos una imagen de una belleza extraordinaria y única. Las paredes inmaculadamente blancas son bellas y sencillas de pintar, pero también hay belleza en la complejidad de los arcoíris.

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