El coñazo de la 'rentrée'

EDITOR DE LA 'REVISTA MERCURIO'

De un año para otro la llamada rentrée nos parece un coñazo. Poco queda de aquel bucle de añoranzas. El tránsito del lánguido verano al bodegón del otoño nos producía cierto humor afable. Llegaba por fin la primavera sosa, la floración de los ocres y los grises, y era como volver a los severos estudios, como decía el Padre Feijoo. La rentrée nos motivaba, nos hacía partícipes de un ciclo. Pero ahora, atorados de información, ruido y falsedad, el inicio de todo curso nos causa hartazgo. Uno viene como de vuelta de todo y no siente ya el reclamo de los viejos anhelos en esta época del año. Se dice que quien afirma que viene de vuelta de todo es que no ha ido a ninguna parte. Igual es nuestro caso. De ser así, ondeamos la bandera bianca del amado Battiato. Pero así estamos, sumidos en el fastidio. Nos asquea sobre todo el falso deleite de los protagonistas mediáticos ante los retos de la temporada en televisión.

Tras unos días de propina, casi todo se estrena o se pone a punto en septiembre. Uno diría que es como el Domingo de Ramos del tiempo amarillo. Nos deprime tanta fanfarria. La exaltación de novedades nos parece huera, aviesa y truculenta. No hay novedad sino calco. Se inicia el nuevo curso político sin que sepamos cuándo acabó el último. Tras Afganistán, los tertulianos siguen dando lustre a la llamada Todología: saber de todo no sabiendo de nada. El entretenimiento inventa nuevas ansiedades. Las cadenas públicas y privadas vocean su menú para la temporada (mal asunto cuando las flatulentas estrellas hablan de "ilusiones renovadas"). Los suplementos culturales nos extorsionan con no ser nadie si no vemos las exposiciones que se avienen, si no leemos las novelas de este otoño, si no vemos las series que se estrenarán en diferentes plataformas. El tiempo nos encanece y a lo mejor hasta nos envilece. Pero no soportamos a los vocingleros, a quienes abusan de nuestras horas bajas. Youtubers y streamers nos parecen la arteriosclerosis de la civilización y el terrorismo de todo conocimiento. La imbecilidad es como otro círculo del Dante, quien cumple ahora 700 años.

Sólo el regreso a las clases tiene algo de melancólica certeza. Al final nos dejamos extorsionar con blandura y fuimos a ver La metamorfosis de los pájaros en el Avenida 5 Cines. El crítico de este periódico tituló así su reseña sobre la película de Catarina Vasconcelos: Bodegones de la memoria. Nos gustó. Casi recuperamos el viejo apetito por la rentrée, cuando todo en septiembre era augurio y reclamo. Duró poco el trance. Volvió el fastidio, el coñazo del que seguro somos coautores.

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