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La conquista de Sevilla y el nacimiento de la Armada española

El autor relata la relación entre el aniversario de la Armada española, que ha celebrado su 775 cumpleaños, con la ruptura del puente de barcas de Triana

La conquista de Sevilla y el nacimiento de la Armada española

La conquista de Sevilla y el nacimiento de la Armada española / Paolo Aguilar (EFE)

EL pasado 3 de mayo la Armada española celebró su 775 cumpleaños, aniversario que coincide con la ruptura del puente de barcas de Triana; episodio clave del asedio de la Sevilla musulmana. Pero, ¿qué tiene ver dicha batalla con esta rama de nuestras fuerzas armadas?

Todo se remonta a la conquista de Jaén (1246) por parte de Fernando III, rey de los reinos de Castilla y León, desde entonces unificados en una única corona y nunca más separados. Mientras intentaba rendir la ciudad de Muhammad I, primer emir nazarí de Granada, hizo llamar a Ramón Bonifaz, hombre de Burgos. Según la historiografía, pudo ser un comerciante franco que gracias al camino de Santiago hizo tratos en los puertos del Cantábrico y llegó a convertirse en alcalde de dicha ciudad. Sabedor el monarca de su red de contactos, le ordenó que en tres meses aprestara una flota para ayudarle en su siguiente campaña militar: Sevilla.

En septiembre de 1246 San Fernando, con un cuerpo militar no muy numeroso, ya se encontraba a tan solo 15 km de la ciudad musulmana, pues por sorpresa en otoño había tomado la fortaleza de Alcalá de Guadaíra. Allí pasaron el invierno en espera de nuevos refuerzos. Entre abril y julio retomaría las operaciones con el saqueo y toma del alfoz de Sevilla, a saber, Lora del Río, Carmona, Guillena, Cantillana, Gerena y Alcalá del Río. Una vez privada la ciudad de sus poblaciones vecinas, en agosto de 1247 comenzó el asedio en sí.

No obstante, nuestro protagonista cristiano seguía sin suficientes tropas como para practicar un cerco completo a la todopoderosa taifa, así que montó su campamento junto a la torre de los Herberos (polígono industrial La Isla, Dos Hermanas), para luego trasladarlo a la dehesa de Tablada. Es en estos momentos cuando la flota de Bonifaz, formada por trece embarcaciones y aprestada a toda prisa, llega a la desembocadura del Guadalquivir. Allí se topa con refuerzos norteafricanos de Sevilla formados por embarcaciones ligeras procedentes de Túnez y Ceuta. Condiciones meteorológicas, experiencia marinera y, sobre todo, robustez de los barcos cantábricos hacen que los cristianos se alcen con una victoria decisiva, pues de esta manera el «gran río de Andalucía» quedaba expedito. La flota de Bonifaz remontó el Guadalquivir escoltado por caballería cristiana y fondeó junto al real de San Fernando, a los pies de la fortaleza musulmana de Aznalfarache.

En los siguientes meses los sevillanos, conscientes de que el río era su única vía de aprovisionamiento y llegada de refuerzos, intentaron por todos los medios hundir los barcos cristianos, aunque sin éxito. Tras cerca de un año de celadas, emboscadas, razias y escaramuzas fluviales en el meandro o torno de Los Gordales (entre San Juan de Aznalfarache y el costurero de la Reina, atravesando el río el campo de la Feria), los musulmanes ya apenas contaban con embarcaciones. Es entonces cuando en enero, marzo y mayo llegan importantes contingentes de tropas cristianas que montan campamentos en el norte y este de la ciudad, para aumentar la presión sobre la ciudad. A pesar de ello, el puente de barcas seguía poniendo en comunicación a Sevilla con su arrabal de Triana y, por consiguiente, comarca del Aljarafe; verdadera despensa de los asediados.

Consciente San Fernando de su inferioridad numérica por el oeste, y sin posibilidad de trasladar más soldados allí por las continuas salidas protagonizadas por los defensores de los castillos de Triana y Aznalfarache, además de razias de jinetes del reino de Niebla, nuevamente convoca a Bonifaz. El consejo determina que las dos naves más gruesas y recias embistan el puente para interrumpir las conexiones terrestres. De esta manera, el tres de mayo de 1248, día de la Santa Cruz, y con marea alta y viento favorable, las dos naves se lanzan a la arriesgada operación.

La Carceña, comandada por el propio Bonifaz, y la Rosa de Castro, al mando Rui Gómez de Avilés, fueron los barcos escogidos, los cuales serían reforzados y preparados para dicha misión. La pareja avanzó por el río sufriendo la tormentaria musulmana de flechas y piedras que les eran arrojados desde la torre del Oro, murallas del Arenal y orillas. Sería la «Rosa de Castro» la primera en adelantarse y embestir las cadenas que unían las barcas, sin lograr quebrantarlas. Con más ímpetu, aunque algo ya dañado el puente, logró atravesar Bonifaz con la Carceña la mencionada infraestructura, pasando de un lado a otro. Según la tradición, la virgen de Nuestra Señora de la Sede, titular de la Catedral, acompañaba al burgalés en esta ocasión. Por otro lado, también la historiografía gallega defiende que en realidad fue el futuro almirante (1284) y poeta Pay Gómez Charino, y no Rui Gómez, quien estaba al mando de la embarcación que rompió las cadenas.

En cualquier caso, rotas las comunicaciones entre el Aljarafe y Triana con Sevilla, los habitantes empezaron a sufrir escasez de alimentos, pidiendo los defensores de Triana parlamentar en noviembre de 1248. Finalmente, el 23 de noviembre el caudillo musulmán aceptó la rendición incondicional ofrecida por las fuerzas cristianas, concediendo Fernando III un mes para que la población abandonara la ciudad con lo puesto. De esta manera, Sevilla llegó intacta a manos de los cristianos, que entraron en ella el 23 de diciembre. A partir de entonces comenzó el repartimiento de la misma entre todos aquellos que habían contribuido a la campaña.

Por tanto, y siguiendo la historiografía tradicional, a esta flotilla cristiana la podemos considerar, por su carácter regio y permanente, como el nacimiento de la Real Armada de Castilla y, por ende, los primeros pasos de la futura Armada española. Por otro lado, también se considera a Ramón Bonifaz como primer almirante de Castilla, puesto que ocupó hasta su fallecimiento (1256). Desde entonces, tanto dicha institución (almirantazgo) como la base de la flota cristiana permaneció muy vinculada al Guadalquivir y sus atarazanas, desde las cuales se protegió al Estrecho, lanzaron numerosas campañas de saqueo por el norte de África (Salé, 1260) y orquestó la conquista y colonización de las Canarias y América.

Sevilla no es Ferrol, Cartagena o Cádiz, como bases de los grandes buques de nuestra Armada, pero sus aguas y orillas atesoran la esencia histórica de la Armada española. Su biberón fue agua del Guadalquivir, mientras que su cuna la marea del Atlántico en dicho estuario.

Felicidades a la Armada española y a todos los hombres que en ella sirven y han servido.

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