Convivencia ejemplar

29 de septiembre 2025 - 03:10

Buena parte de las creaciones culturales de las naciones han servido para levantar muros y fronteras. Esto les permitía fomentar diferencias y construir sus identidades. A unos, cada una de sus invenciones les llenaba de orgullo y, además, les distanciaba de sus vecinos. Y, como consecuencia, los otros pueblos –que aceptaban lo que los antropólogos llaman un préstamo cultural– asumían el papel de imitadores subordinados. En España, el toreo a pie, iniciado en el siglo XVIII fue una invención propia y peculiar. Una serie de causas coincidieron en su geografía para la que la fiesta de toros adquiriese connotaciones que la convirtieron en espectáculo celebrado por el público y beneficioso, como negocio, para los que participaban en él. Y así, acompañada de sus naturales polémicas, se ha mantenido hasta la fecha, con manifestaciones igualmente significativas en Portugal y países hispanoamericanos. Pero, donde, para mayor sorpresa, este préstamo cultural taurino también se asentó, ha sido en el sur de Francia. En estas regiones meridionales, entre ellas la Camarga, existían, desde antaño, singulares tratos del hombre con el toro. Costumbres ancestrales que debieron predisponer para acoger, hace más de un siglo, en aquellas tierras, la corrida española. Pero lo que resulta aún más sorprendente es la ejemplar convivencia surgida entre los españoles, originarios creadores del toreo a pie, y los nativos franceses que lo adoptaron como una manifestación más de singularidad cultural. Ni unos han ejercido nunca un papel tutelar, paternalista, sobre la corrida propia traspasada a otro territorio, ni éstos han dejado de reconocer de dónde procedía el préstamo y cómo debían cuidarse esos antecedentes. Pocas veces, a través de los tiempos, una situación de dependencia cultural ha sido, con clara complicidad, mutuamente respetada. Ni exigencias de derechos de primogenitura por parte de unos, ni arrogante rebeldía por otros. Y todo esto, pudo contemplarse, una vez más, la tarde del jueves 25 pasado, en el salón de carteles de la Maestranza de Sevilla, en una mesa redonda organizada por la Fundación de Estudios Taurinos. Cinco aficionados y escritores franceses, coordinados por Francis Wolff, en perfecto castellano, mostraron cómo se mantiene todavía, entre dos naciones, una convivencia tan ejemplar.

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