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La tribuna

Juan Carlos Rodríguez Ibarra

No a cualquier precio

UN grupo de intelectuales, artistas y sindicalistas presentaron el lunes, 11 de abril, un manifiesto que sumaba un centenar de adhesiones en el que se reclamaba "un acuerdo entre el PSOE, Podemos y Ciudadanos para lograr un Gobierno del cambio y evitar las elecciones y al PP". Salvo los votantes del partido popular, serán pocos los ciudadanos que estén en contra de ese deseo que los intelectuales, artistas y sindicalistas manifiestan en el documento presentado.

Ya se sabe que PSOE y Ciudadanos suscribieron un acuerdo para articular un Gobierno de cambio respecto a lo que ha venido gobernando España a lo largo de los últimos cuatro años. Y ya sabemos que Podemos presentó un documento a esos dos partidos con sus propuestas para apoyar una alternativa diferente a la que PSOE y C's habían pactado. Sabemos los puntos que son comunes a las tres formaciones que conformarían una mayoría suficiente para gobernar, y sabemos las discrepancias que imposibilitan el acuerdo, fundamentalmente aquella que impide que los tres formen Gobierno por incompatibilidad de C's y Podemos, y la que hace referencia al derecho a decidir de los catalanes y de todos aquellos pueblos que reclamen ese supuesto derecho con especial intensidad. Lo que también sabemos es que esos partidos políticos no se van a dejar impresionar por las vagas apelaciones de firmantes tan destacados. Los manifiestos ya no manifiestan casi nada a la hora de influir.

Los firmantes se muestran concretos cuando habla del Gobierno que debe formarse entre los tres partidos, llegando a la conclusión de que si esa eventualidad no fuera posible, "que bajo la presidencia del PSOE, se forme ese Gobierno con independientes, creando un organismo de seguimiento y control de lo pactado". Ya apareció la sospecha: Gobierno de independientes. ¿Por qué? ¿Qué ofrece de fiabilidad un independiente que no ofrezca alguien que ha decidido militar en un partido? ¿De qué o de quiénes son independientes los independientes? Ya están bastante demonizados y desprestigiados los partidos políticos como para que ahora, aquellos que no son sospechosos de atacarlos, pongan en cuestión a los que decidieron dar el paso para comprometerse con una herramienta capaz de articular una propuesta de sociedad. Para llegar a la apelación de un Gobierno formado por independientes, es necesario haber eliminado de esa posibilidad a decenas de miles de afiliados de esos tres partidos.

Y también el manifiesto afirma que "un repaso a los documentos de propuestas que se han manejado en las negociaciones demuestra que entre PSOE, Podemos y Ciudadanos no hay ningún motivo para no llegar a un acuerdo". Aquí ya concretan menos, cuando deberían tener la osadía de afirmar que aquello que los separa debería ser aceptado por unos y por otros. ¿Y qué es lo que separa fundamentalmente a los socialistas y C's de las propuestas de Podemos? Sin lugar a dudas el mal llamado derecho a decidir. Eso que parece tan democrático pero que no es nada más que la sublimación de la urna, confundiendo democracia con voto, cuando la democracia es algo que va mucho más allá del acto de votación, empezando por el respeto y acatamiento de las leyes, siendo la Constitución, la primera de las que hay que cumplir en toda su extensión, y especialmente en lo que se refiere a la soberanía nacional que, como todos sabemos, reside en todo el pueblo español y no en una parte del mismo. ¿Esa ruptura con el artículo 1,2, como propone Podemos, es lo que piensan que se debería aceptar aceptar o es algo inasumible para PSOE y C's? Sería de agradecer que los firmantes del manifiesto, con la influencia que tienen, se declararan partidarios o no del derecho a decidir y en consecuencia con lo que afirmen, que inviten a los tres partidos a circular por ese sendero. Lo que aparentemente suena tan democrático, se aleja de los planteamientos reformistas y progresistas que consideran al Estado como la clave de la transformación y de la nivelación social y económica de los ciudadanos. Ésa es la razón por la que los socialistas tienen tantos problemas a la hora de comprender cualquier deslegitimación, no de la España en abstracto, patriotera y de pandereta, sino de la España actual, democrática, constitucional, plural, diversa, descentralizada y reconocedora de los hechos y lenguas diferentes, donde por primera vez en mucho tiempo, la izquierda y los progresistas pueden plantear y llevar adelante un proyecto político de igualdad, libertad y solidaridad.

Esta España, y no otra, por la que dieron su libertad y, a veces su vida, muchos españoles no puede ponerse en almoneda con tal de conseguir que el PP deje de gobernar de la forma en que lo ha hecho. Tratar de convencernos de que podemos romperla o aceptar que se rompa porque así se permitió desde el gobierno de Londres con Escocia es ignorar la historia y defender como iguales dos situaciones que en nada se parecen. Escocia pudo votar para decidir su desvinculación o no de GB porque fue nación y reino independiente hasta 1707 en que se firmó el Acta de Unión con Inglaterra, mientras que Cataluña ha formado parte constantemente de la Monarquía hispánica o del Estado español.

No es poca cosa lo que impide la formación de un Gobierno de cambio.

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