NOTAS AL MARGEN
David Fernández
Un milagro por Navidad: salvemos al país
En una democracia madura y plural como es la española deberían tener cabida todas aquellas ideologías que respeten las reglas del juego: la Constitución, los derechos esenciales y la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley. Deberían caber partidos de extrema izquierda y de extrema derecha, socialdemócratas y liberales, pero no es así. Hay quienes ven bien que los socialistas gobiernen con la extrema izquierda, como ocurre en España, y que pacten con independentistas o proetarras, pero no que el PP lo haga con la extrema derecha. Risto Mejode entrevistó al periodista Iker Jiménez y lo acorraló con el hecho de que sea “muy de derechas”, como si esto fuera algo malo. Parecía que estaba en una checa socialista del 36 y no en un programa de televisión.
¿Por qué un periodista puede ser comunista y no de derechas? ¿En qué pliegue de la Constitución se oculta este misterio? El populismo de Vox no es de recibo, pero tampoco el de Unidas Podemos. Sin embargo, los medios, en general, van a destrozar a Santiago Abascal y no ocurre lo mismo con Ione Belarra o Yolanda Díaz. En España se observa una atención mediática mucho más intensa hacia Vox –partido situado en la órbita de la derecha populista y con ciertas afinidades con discursos de extrema derecha– que hacia Izquierda Unida, heredera de tradiciones comunistas y de izquierdas radicales. ¿A qué se debe este énfasis diferencial?
¿Quiénes deciden el bando de los buenos y el de los malos? Deberían ser compatibles en la democracia española, siempre y cuando respeten las reglas del juego. Y parece que sí, que medio las respetan. A veces, y solo a veces, ambas formaciones rebasan los límites guardianes de la concordia y la cohesión social, lo que despierta alarma en buena parte de la opinión pública y los medios de comunicación. Pero lo que está pasando en nuestro país es una auténtica vergüenza. Los partidos democráticos con representación en el Congreso se dedican a tirarse la corrupción a la cara, pero si un periodista de oficio como Vito Quiles pone contra la pared a María Jesús Montero o Patxi López, con preguntas que otros no se atreven a hacer –las llamadas “incómodas”–, lo linchan y le parten el micrófono. “Especies invasoras”, los ha llamado Javier Ruiz.
En cambio, Ferreras, Cintora o Maestre son los legítimos adalides del periodismo libre y objetivo. No es compararlos, solo denunciar algo que espanta: cómo en nuestro país, con casi medio siglo de democracia, las ideologías determinan si una formación política legalmente constituida, un periodista de oficio o un simple ciudadano de la calle merecen el debido respeto. El sanchismo empieza a dar miedo.
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