Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
En la cumbre climática de Brasil, su presidente, el diplomático André Corrêa do Lago, se ha manifestado satisfecho con los logros de la lucha climática, señalando cierto desinterés de los países ricos por dicho combate. En sentido contrario, Corrêa do Lago ha querido destacar el liderazgo climático de China y su oferta de soluciones como los paneles solares. Todo lo cual es cierto, pero con matices. Uno de ellos es el monopolio chino de las tierras raras, necesarias para construir paneles solares y molinos de viento (y ordenadores y móviles y cualquier otra cosa que a usted se le ocurra); monopolio que ha encumbrado a China a la cabeza económica del mundo. Otro matiz, también económico, es que tanto China como Rusia parecen estar agilizando su transición a la autosuficiencia energética nuclear, más eficaz y más limpia que las anteriores.
El propio Bill Gates está promoviendo la implantación de pequeñas y seguras centrales nucleares en territorio estadounidense. Y ese el camino que pretenden seguir otros muchos países, europeos o no, con la excepción de España: la implantación de centrales pequeñas y eficientes, de rápida construcción, sin apenas eco en la naturaleza. En tal sentido, la promoción de las energías solar y eólica tiene un aspecto monopolístico que no cabe ignorar. Tanto la extracción de las tierras raras como la elaboración de placas y molinos no carecen de repercusión ambiental. Digamos que China aprovecha su oportunidad y asienta su monopolio, mientras el señor Trump –pero no solo el señor Trump– busca con urgencia yacimientos de tierras raras en Groenlandia, en Canadá, en Ucrania... Y en cualquier otro lugar que le permita reducir la brecha tecnológica que se ha abierto entre China y USA.
Obsérvese, en todo caso, que mientras China se enriquece y raciona los componentes tecnológicos que suministra a Occidente –y al resto del mundo–, su futuro energético (y el futuro ecológico del planeta), se inclina hacia la más limpia y abundante energía nuclear de nueva generación. Mientras tanto, que Brasil posea importantes yacimientos de tierras raras no está lejos, probablemente, de la súbita generosidad oriental, que ya regenta la mayor parte de los yacimientos mundiales. “Nada personal”, que diría don Vito.
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