Posiblemente, el póquer de goles endilgado al City de Guardiola sirva para devoverle el estatus que logró ganando la última Premier, pero que era el más deseado del bombo no creo que haya quien lo discuta. Sevilla-Leicester en octavos de final de la Champions para dentro de dos meses en Nervión, un plato tan fuerte como aparentemente digerible y que invita a soñar bien despierto en el sueño que sería meterse en cuartos.

En los cien años largos del Sevilla hay un punto de contacto con el campeón inglés. Se trata de aquel entrenador llamado Jock Wallace y que tan bien conectó con el sevillismo. Escocés, conquistó Inglaterra dirigiendo al Leicester, un Leicester que no salía de la modestia y que tuvo de buque insignia a Gary Lineker. Wallace, que llevaba en su corazón al Glasgow Rangers, no paraba de contar su experiencia como entrenador del equipo que hoy adiestra Claudio Ranieri.

Claudio Ranieri en el banquillo y el velocísimo Jamie Vardy son los estandartes del sorprendente campeón inglés. Y ya sabemos qué le insufla el ex valencianista a sus equipos. Una defensa muy cerrada para fiarlo todo a una salida vertiginosa al contragolpe es lo que el italiano imbuye desde su pizarra. Ahora es Vardy el estilete como en el Valencia era aquel Piojo López que tantos estragos causaba y tantísimo disfrutaba cuando tenía por delante una defensa adelantada.

Otro conocido es Eduardo Macià, pero el ex bético no es factor influyente en esta eliminatoria tan atractiva y tan igualada. Quizá los cuatro goles del sábado a la tropa de Pep pueda hacerle más temible, pero lo mismo dirán los ingleses cuando piensen de qué manera se impuso el Sevilla en Balaídos. Si Vardy ligó trío, también Iborra lo consiguió, pero todo lo que se diga es especular, pues cualquiera sabe cómo estarán ambos en una cita que se fía para dentro de dos meses.