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DERBI Sánchez Martínez, árbitro del Betis-Sevilla

María José Andrade

Periodista

El día de la marmota

Desde marzo nada pasa en el mundo excepto una pandemia que nos mantiene paralizados

Los estadounidenses inventan a golpe de sombras tradiciones que parecen de siglos. Sombras como las que todos los años ocupan titulares y abren informativos. Hablamos del Día de la Marmota. Ese pequeño animal que, rodeado de hombres de negro, predice el fin del invierno volviendo a entrar en su madriguera o quedándose fuera de ésta, en función de si es un día soleado o nublado y si ve o no su sombra.

La industria del cine, que hace una película del más mínimo detalle, le dedicó un metraje en el que todos los días se reproduce, hasta el agotamiento, las vivencias de un Bill Murray que asiste perplejo a su propia repetición de paseos, compras y mismas conversaciones.

A mí, personalmente, me gusta más el término francés dèjá vu, es más sensitivo, además de una experiencia que prácticamente todos decimos que hemos vivido y más en estos últimos tiempos en los que, desde marzo, estamos instalados en ese permanente dèjá vu compartido.

¿Compartido? Pues sí, lo es. Y lo es porque desde el pasado mes de marzo nada pasa en el mundo a excepción de una pandemia que nos mantiene paralizados, perimetrados y encerrados en una pequeña jaula que gira sin dar respiro, y que amenaza con arruinar a un país que comenzaba a respirar tras pasar por la crisis de 2008.

Durante meses aplaudimos a las ocho, hicimos gimnasia, cantamos Resistiré, hicimos cursos sin parar, leímos libros gratis, asistimos a conciertos y al teatro sin pasar por taquilla y llegamos al verano confiando porque nos lo dijeron: habíamos vencido al virus.

Pero pasó el estío y con el otoño llegó la segunda ola. Otra vez volvimos a casa porque las cifras no dejaban de subir y la curva no se conseguía aplanar por más que una amplia mayoría siguiera todas las recomendaciones.

Y ahora llega la Navidad. Una Navidad extraña en la que nos encendieron las luces por sorpresa para que no hubiera aglomeraciones, y en la que una nueva desescalada por fin nos llevará hasta los confines de Andalucía pero no más allá, hasta que no estemos todos vacunados.

Pero nada nuevo pasa, o eso nos quieren hacer creer. Todo queda envuelto en un mismo titular porque nada ocurre a excepción de una nueva ola. Una misma ola en la que vamos a tener la sensación de que ya lo hemos vivido. De nuevo nos preguntaremos si antes no hemos estado ahí, si no lo hemos escuchado ya y si no hemos visto a idénticos responsables diciendo las mismas frases de hace meses.

Estamos cansados y agotados. Ya comienza a notarse en el ánimo los días de puertas cerradas, las horas de silencio, los abrazos y besos no dados, el no poder ver a los abuelos, encontrarnos con amigos o no estar con los hijos que viven lejos y todo esto es porque nos atenaza un tsunami que nos arrastrará hacia un encierro que parece no acabar nunca.

¿Aún piensan que éste no es el Día de la Marmota? Piense, lector, que nos ha atrapado el tiempo, así que toca seguir corriendo en esta calle sin salida intentando, como Sísifo, experimentar la libertad durante un breve instante… ¿La nota ya?

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