¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Ussía, el último acto del “otro 27”
Resulta asombroso cómo, ante cualquier contratiempo con eco, los partidos en el poder argumentan falsariamente, o prometen millones para anestesiar el destape de sus tejemanejes... de aquellos que son calados por la Justicia y la UCO, o por la prensa con periodistas. Detrás de las componendas de tufo mafioso de Don Abalone y la Koldo Trincation S.L., de los chantajes desde Waterloo que dinamitan la financiación territorial, o de la ineficacia de la principal obligación autonómica –la Sanidad–, habitan el blindaje del propio final de la espalda ante su fraterna facción putera y, ya en el aparentado socialdemócrata PP andaluz, la impronta deconstructiva de una función que es su principal obligación por peso de gasto, un mandato vital.
En una campaña electoral crónica se prometen cantidades que son conejos de chistera, sin precisar de dónde van a salir ni de qué otra partida se van a sustraer. Se amortiza al cabeza de turco: “este cura no es mi padre”, “esa fontanera ya no nos trabaja”. Dentro de tal administración de zoco y tinta de choco que huye, dos hechos parecieran ser verdadera política: en la Junta, la dimisión de la consejera de Salud y sus altos subordinados por el desmadre de los cribados del cáncer de mama; en el Gobierno de la Nación, la negativa de Sánchez de comprometer al país a duplicar el gasto el Defensa, morterada que haría impactar a medio plazo un misil en la línea de flotación de la solvencia y liquidez públicas. Digamos un bombardeo de napalm sobre el que aún podemos llamar estado de bienestar.
La planificación, financiación, programación y control de los dineros públicos chapotean entre las extremidades de la Bernarda. En plena eclosión de catástrofe, un presidente estaba off, de arrocito y roneo: Mazón se sacude el polvo; Feijóo no lo fulmina. La traslación de la Sanidad hacia concertaciones privadas más vuela que corre. Nadie dimite si el núcleo duro del tour de primarias que hicieron presidente a Sánchez eran Torrente, el Cuco y el Malaguita; presuntos chorizos. Se compromete dinero a espuertas, se aducen coartadas peregrinas. Se ataca a ese “otro” con el que rige el antipatriota: “Contigo no, bicho”.
¿No van a votar los chavales y los desengañados de cualquier edad a los apóstoles de la mano dura?
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