Azul Klein

Charo Ramos

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De discípulos y maestros

Hernán Cortés y Antonio Agudo nunca han dejado de conversar pictóricamente en una amistad referencial

Durante 47 años el pintor Antonio Agudo ha compartido magisterio, amistad y modos de ver con el retratista gaditano Hernán Cortés, al que dio clases de dibujo en la Escuela de Bellas Artes de Sevilla en 1971. Han sido cómplices en la vida y la práctica pictórica durante más de cuatro décadas. La alegría de Cortés este domingo, tras su ingreso en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, la celebró Agudo como propia. En la casa madrileña de Hernán Cortés, cuyos balcones miran al Real Jardín Botánico, tuvieron ocasión de festejar los frutos de esa camaradería ininterrumpida.

Me cuenta por teléfono Agudo, con su tono desenfadado, cuánto le emocionó ver a su discípulo llegar tan lejos y dándole la réplica nada menos que Antonio Bonet, que fue director del Bellas Artes sevillano. ¿Qué le dijo a él Cortés tras el acto oficial?, le pregunto. "Que esto no hubiera sido posible sin tantas horas de charla, de reflexiones y sin el apoyo fiel de su maestro", me contesta.

La primera vez que vi a Antonio Agudo fue en una edición de Arco en la que él y Hernán Cortés admiraban una obra de Louise Bourgeois que acabaría adquiriendo Pedro Almodóvar. Cortés me lo presentó sin titubeos: "Es mi maestro, Antonio Agudo". Desde entonces siempre me ha producido una sana envidia esta pareja que tanto se respeta, se escucha y se aprecia en tiempos donde las hazañas individuales parecen eclipsar el respeto por los maestros, donde la competitividad y las prisas son la moneda de cambio en la escena artística. Ellos recorrían Arco como John Wayne y Jeffrey Hunter los cañones americanos en Centauros del desiertos, a su propio ritmo y fijándose en obras que sólo a ellos parecían interesar, felices en su particular escrutinio.

La próxima semana la galerista Magdalena Haurie, otra heroica figura que cumple 40 años de trabajo defendiendo el arte contemporáneo, inaugura la exposición América de Antonio Agudo, una excusa perfecta para admirar su obra sugerente e inquietante, sus paisajes a la acuarela tan cercanos a la abstracción, y repensar las conexiones hispanoamericanas de Sevilla.

Cortés suele destacar la generosidad de Antonio Agudo en la transmisión de su saber pictórico, el que nunca quisiera imponer su punto de vista. "Siempre decía que tener toda la razón le parecía de mal gusto porque impide el intercambio de ideas, la comunicación, que es la verdadera esencia del aprendizaje". Y añade algo más, el entusiasmo. Nos parece que la alegría es una característica de la primera juventud pero la pasión por pintar que derrocha Agudo convierte la vida en un territorio inexplorado donde no hay motivo pequeño que no merezca la pena atender ni júbilos ajenos que uno no pueda abrazar como propios.

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