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LA CIUDAD Y LOS DÍAS

Carlos Colón

La distancia no es el olvido

Porque los relojes marcan las horas hasta dar la última nos ha dejado el gran compositor mexicano Roberto Cantoral, autor de un puñado de canciones que formaron parte de las vidas de los públicos más diversos, interpretadas con las más opuestas intenciones -ensoñar, concienciar- por las más distintas voces, desde la de Lucho Gatica a la de Joan Baez pasando por las de Dalida, Plácido Domingo, Gloria Lasso, José Feliciano, Linda Ronstadt, Los Panchos, Mina, Olga Guillot, Pedro Vargas, el Trío Calaveras o Vikki Carr. La generación de nuestros padres nunca olvidará El reloj cantada por Lucho Gatica y la mía, El preso número nueve en la voz de pito de Joan Baez. Pasados los años hay que reconocer que nuestros padres tenían mejor gusto.

A veces alguien más inteligente que nosotros, y por ello más valiente o más sincero frente a las ideas preconcebidas y los estereotipos, nos ayuda a reconocer lo que ya sabíamos -intuyéndolo, pero sin saber expresarlo- y a amar sin prejuicios lo que ya amábamos porque formaba parte de nuestras vidas. Ese fue el caso de Basilio Martín Patino y sus Canciones para después de una guerra, para mi generación escuela de aprecio de las coplas de Concha Piquer, Imperio Argentina o Estrellita Castro que tarareaban nuestras madres y sonaban en los patinillos a través de las ventanas abiertas. Lo mismo pasó con la suave voz de Lucho Gatica pidiéndole al reloj que no marcara las horas porque no más nos queda esta noche para vivir nuestro amor, que invadió la España de los 50 traída por el Discomanía de Raúl Matas para sumarse en nuestra memoria de aquella década prodigiosa a los primeros transistores, las faldas con vuelo, los picús, los tentadores conos de los sujetadores armados, las lavadoras Bru y los frigidaires que, según Lolita Sevilla, traían a las niñas bonitas -junto a los aeroplanos de chorro libre y los rascacielos- los americanos que recibíamos con alegría.

Cantoral también fue el autor del "dicen que la distancia es el olvido" de La barca y de Noche no te vayas, El crucifijo de piedra o Soy lo prohibido. Pero para nosotros lo será, y para siempre, de El reloj que oíamos por la radio aquellos mismos años en los que la hermosa y desdichada Patricia Neal, que nos ha dejado a la vez que Cantoral, seducía a nuestros padres desde las pantallas del Coliseo España en Ultimátum a la Tierra, del Palacio Central en Correo diplomático y El manantial, del Pathé en Desayuno con diamantes o de Los Remedios en Hud. Dicho sea así para homenajear a la actriz recordando los cines en que los sevillanos la vieron.

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