Un querido amigo permanece aislado en una habitación de hospital por culpa del bichito cabrón sin saber que a su esposa la enterraron a principios de semana. Un infarto masivo de cara posterior mató a una mujer angustiada porque su marido estaba viviendo la tragedia del aislamiento sin fecha conocida de caducidad. Es uno de los numerosos dramas individuales que está ocasionando esta pesadilla que si nadie sabe cómo empezó, cómo va a saberse hasta cuándo durará. Dramas a barullo, tragedias que eran impensables no hace tanto y que van proliferando en una escalada imparable. Y en esto que se anuncia el pronto aterrizaje del antídoto que mate al virus para que surja otro motivo de inquietud, el que provoca lo desconocido. ¿No dejará secuelas ese descubrimiento de laboratorio? Y, claro, hay quien cruza los dedos y se resiste a ejercer de conejo de indias.