Sevilla pone la solemnidad del rito litúrgico, Madrid lleva implícito el rigor y Pamplona el bullicio, pero las tres bajo el común denominador del toro serio y limpio en sus defensas. Podría ser éste un trípode en el que sustentar la fiesta de los toros sin olvidar a Bilbao con su arena negra y el imponente toro que allí sale. Comenzó Pamplona, que hoy es San Fermín y voló el chupinazo desde el balcón del Ayuntamiento. Fiesta mundialmente conocida gracias a la propaganda que de ella hizo Ernest Hemingway y posiblemente la celebración más abierta que se haya inventado. Ya en cada mañanita habrá un motivo para el madrugón, pues la retransmisión del encierro es un espectáculo con telegenia y que da muy bien en la pequeña pantalla. Hay quien no comprende la corrida en Pamplona, pero tiene su encanto por mucho ruido que hagan sus ruidosos mozos.
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