La lluvia en Sevilla

La flamenca del río

Entre Sevilla y el Caribe colombiano hay, en lo profundo y vital, algo que late a compás

Mi tardanza me precede, vengo a compartir mi asombro con ustedes lo menos con un par de semanas de retraso. Sucede que, allá por la semana de la No-Feria, los periódicos de la ciudad reverberaron un acontecimiento insólito que se había hecho viral por las redes: una flamenca se había dado un rule por el río haciendo paddle surf -que es esa práctica deportiva que da a sus aficionados cierto aire de náufragos-. En cuanto lo supe, mis prejuicios salieron tocando las palmas por bulerías: "Ea, ya está aquí otra tontaina más capaz de hacer cualquier cosa por un retuit o un like en Instagram", me dije. Las hay a manojos, de hecho. Pero cayeron mis reticencias como si fueran nueces vanas cuando leí, así al vuelo, una entrevista que le hicieron a la muchacha. Ibis María, la flamenca del Río Grande, contaba que era natural de Lorica (Colombia), y que le encanta el río y vestirse de flamenca, y que sentía no poder arreglarse para las fiestas de este año, y que se le ocurrió juntar sus gustos y darse una vueltica en el agua con lunares y volantes, y que cuando vio la reacción de quien la avistaba le entró la risa floja y fue feliz en su ocurrencia, y también hizo feliz por un instante a muchos que la saludaban desde las orillas, y eso es todo. Son raros los gestos espontáneos en estos tiempos de postureos premeditados.

En estos días, al cruzar los puentes, el recuerdo de la antihazaña de Ibis María me ha endulzado el camino. Quizá aquí no se sienta lejos de casa… Lorica está a la orilla de otro río grande y mágico, el Sinú; desde su mercado se avista el río y llega vivo el pescaíto de ellos, sus albures, que se llaman bocachicos y no los adoban, sino que lo preparan en sancocho. Con un botellín fresquito de aguilita, saben a milagro. Lorica, como Sevilla, tiene un calor especial, autóctono, monumental. Supongo que quien puede se marcha los fines de semana a las playas de San Antero, que es Cádiz con más negritos. ¿Han visto alguna vez los vestidos de las costeñas y sus flores en el pelo? Tienen mucho de traje de flamenca. ¿Han escuchado los sones de sus fandangos y porros pelayeros? ¿Han bailado sus bailes? "Yo he visto los mismos sones/ en los puertos más lejanos:/ hay ritmos que son hermanos/ de antiguas generaciones", escribe y canta Raúl Rodríguez. En Colombia, a menudo identifican mi acento, nuestro acento, con el costeño, que es el de Ibis María. Con todo, no quiero establecer simetrías superficiales entre Lorica y Sevilla, sino contar que en su tierra y la nuestra hay algo, en lo profundo y vital, que late al compás, que provoca un acorde, que nos hermanece. Ahora, que nos vuelven a llegar noticias dolorosísimas desde Colombia, aprovecho el pequeño gesto de la flamenca del río para corresponderle y decirle que también los de aquí nos sentimos en casa en aquella otra orilla.

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