Cuchillo sin filo

Francisco Correal

fcorreal@diariodesevilla.es

La foto de Américo Vespucio

Los indultables juegan a que son Allende contra Pinochet, Mandela contra el 'apartheid'

Vox y el Gobierno socialnihilista que nos desgobierna se han especializado en la tarea del tocapelotas, un deporte que al no ser olímpico no sólo se practica en los años bisiestos. La alianza contra natura de estas dos expresiones de la Nada es un caso de infortunio en el destino de este país. Así lo ve quien vivió y convivió las ilusiones y expectativas de la Transición. El mantra actual, lo que toca en esta yincana a que han sometido a la población con la complicidad siniestra de sus voceros y muecines mediáticos, es la foto de Colón. Como si no hubieran tenido bastante con las estatuas del almirante que derribaron por toda América en represalia por los rebrotes racistas en Estados Unidos. Un guión con el comienzo de El corazón de las tinieblas y el final de El siglo de las luces. A estos revolucionarios de pacotilla que quieren mover al coronel Kurtz de su refugio lo que más les gusta de la revolución es la guillotina, como al Victor Hughes de la novela de Carpentier. Una guillotina metafórica en la que sin embargo hay sitio para media docena de monarcas. Otra vez la foto de Colón, el triángulo de las Bermudas de la derecha liberal, civilizada y salvaje. Pero según las últimas estadísticas, la foto de Colón se repite cadacinco o seis años. La de Pedro Sánchez con sus aliados de gobierno de coalición se produce todos los martes y consejos de ministros de guardar sin que nadie se rasgue las vestiduras. Esta foto que podríamos llamar de Américo Vespucio por la rivalidad entre patentes de conquistador nos la tenemos que tragar con quina Santa Catalina porque es el progresismo que progresa adecuadamente. Indultar a quien no sólo no se arrepiente de lo que hizo sino que amenaza con volver a hacerlo, que se jacta, alardea y ronea sin pudor, es poner en almoneda el Estado de Derecho. El Gobierno ha revelado la foto de Colón antes de que el fotógrafo dispare el objetivo; se olvida que la verdadera instantánea que concita rechazo, estupor e incredulidad ya está más que revelada entre las alfombras y cortinas del Palacio de la Moncloa. Ha trazado una línea sectaria: los indultables no hicieron nada y si lo hicieron fue en el ejercicio de sus derechos; el que se propasó fue el aparato represor del Estado. Ellos son Allende y los otros Pinochet; ellos, los sandinistas y los demás Anastasio Somoza; ellos Grándola Vila Morena con José Afonso traducido por Lluís Llach frente al Leviatán de un Salazar redivivo; ellos, of course, las Brigadas Internacionales, batiéndose el cobre contra los Regulares. Ellos Mandela y los demás el apartheid; ellos Malta entrenada por Guardiola ganándole 12-1 a España, la pérfida Albión de la Turdetania. La foto de Colón. De oficio descubridor.

Por eso necesitan de Vox como espantajo, como señuelo de su parque jurásico para asustar a los niños menores de sesenta años, la nueva guardería de las vacunas. Es el tercer socio, aunque sea por omisión, del Gobierno de coalición. Un matrimonio de conveniencia de cónyuges que se profesaban tirria eterna y que han terminado metiendo al amante despechado en el lecho nupcial.

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