La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

La fuerza del Rocío

La Virgen vertebra Andalucía como nada ni nadie son capaces, como lo hace el Camino de Santiago con la vieja Europa

Carretas del Rocío

Carretas del Rocío / Juan Carlos Vázquez (Sevilla)

Qué tendrá que impacta al más frío, derrumba al más sólido, humedece los ojos del más descreído aunque sólo sea por un instante y estremece al tipo más distante y desarraigado. Qué tendrá que al llegar a su santuario, en tiempos una pequeña ermita, nadie se queda igual. Hay que ir, para entenderlo hay que acudir para experimentar su fuerza arrolladora. Cuánta razón tenía Aurelio Verde al escribir que todo el que ha visto a la Virgen de cerca no puede volver la vista atrás aunque los tiempos se vuelvan. La devoción al Rocío vertebra Andalucía como el Camino de Santiago lo hace con Europa. Esta suma de ocho provincias tiene en la Patrona de Almonte su gran icono, que por supuesto trasciende más allá de Despeñaperros y llega hasta Bruselas.

Los menos rocieros no quedan impasibles al llegar a pie, en coche o con la hermandad de Damas hasta el templo, recorrer estos días un interior sin bancos y encontrarse cara a cara con la Virgen. Es imposible. Ahí está la fuerza del Rocío, que sigue sumando años y años. Una romería atacada tantas veces de forma directa, por los supuestos excesos, y de forma sutil, haciéndola pasar por manifestación cultural y de interés antropológico. No han faltado quienes han despreciado esta enorme manifestación de religiosidad popular desde una supuesta posición intelectual superior. Nadie como la Virgen del Rocío reúne a tantos andaluces a la vez y de tan diferente condición. Desde los humildes devotos almonteños que alguna vez nos invitaron a acercarnos a Ella hasta aquel inolvidable catedrático de Derecho Romano que escribió Rocío, un camino de canciones. Ahí sigue la Virgen, sus traslados, el fervor, la romería, los bueyes que se postrarán el sábado ante Ella. Sólo el que lo ha probado completo sabe la dureza del camino, no digamos en días de lluvia. Duro, durísimo. Sólo el ignorante y el osado pretende echar por tierra una fiesta con visiones sesgadas.

He visto días de camino preciosos, con sacerdotes entregados que explicaban el significado de Pentecostés entre un hermoso camino de girasoles, misas en familia en el interior de las casas, verdaderas muestras de fraternidad y ayuda en momentos adversos... He visto alegría, claro que sí. La peregrinación ha de ser alegre y festiva o no es peregrinación. He visto rezar, confesar, bailar, beber, reír y llorar. Acoger con un desayuno al que se ha quedado solo en una amanecida, buscar una cama al que no la tenía y alzar al cura más tímido para que rezara las plegarias al uso. La fuerza del Rocío se mantiene porque es cierta. Los tiempos se han vuelto tantas veces, ay, pero los rocieros nunca la han dejado de mirar. El Rocío es hoy la versión más sólida de la Andalucía de siempre.

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