Revalidó el Sevilla en el Camp Nou su imagen de Budapest contra el Bayern y eso es argumento suficiente no para echar campana alguna al vuelo, pero sí para confiar en lo mucho que puede dar de sí. Y por eso es creencia extendida por todo el orbe futbolístico que este año sí puede ser el de una gran campanada. Tiene plantilla y, sobre todo, atesora un espíritu asentado en la sangre que le permite a su gente acudir a cada cita con ilusión.

Y a la cabeza de todo, un profesional que anda demostrando lo que vale un día sí y otro también. Julen Lopetegui, tan cuestionada como fue su llegada a Nervión, no desafina ni por casualidad a la hora de tocar la tecla adecuada y como, por si fuera poco, Monchi le ha puesto en bandeja un grupo sin fisuras, pues he ahí al Sevilla y sus aspiraciones. Plantilla de cíclopes que aúnan fuerza y calidad, algo absolutamente imprescindible para un curso tan exigente como éste que empezó.

Ahora bien, mal se haría vendiendo el pellejo antes de que el oso hinque el morro. Han sido varios los años de grandes principios que fueron torciéndose según llegaban los fríos y se acumulaban los partidos. Hubo una vez hace más de treinta años, con Cuervas en la presidencia y Azkargorta en el banquillo, recién llegados Diego, Polster, Mino y el bombazo que supuso Dassaev, que un periódico abrió edición titulando "Este Sevilla puede ganar la Liga".

Y no sólo no la ganó, sino que hasta tres entrenadores pasaron por su puente de mando. La temporada española es rica en dificultades y donde menos se espera surge una celada. La brillantez en Alemania para ganar una nueva uefa, cómo le plantó cara al Bayern y de qué forma maniató a Messi dan para pensar en lo mejor, claro que sí, pero no siempre se solventará como en Cádiz ni llegará el tardío gol de En Nesyri al Levante. De todos modos, los sueños tienen fundamento.