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La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Del fútbol y la felicidad

En días de gozos sevillistas recuerdo lo que Conan Doyle escribió sobre la felicidad que el deporte procura

Lo mejor del fútbol es la felicidad que procura a miles de personas. No soluciona nada, no arregla los problemas, tras la euforia todo sigue como estaba… Pero, ¿acaso no sucede lo mismo con todo lo que nos da momentos de felicidad, ya sea un partido, un libro, una música o una película? Después todo sigue igual. Pero esos destellos de felicidad nos hacen la vida más amable. Y no me salgan los culturetas diciendo que el fútbol es un desahogo primario -pan y circo- mientras que la literatura, la música o el cine "conciencian". Ya me dirán qué "conciencia" crean las películas de Fred Astaire, las canciones de Gershwin o las novelas de Conan Doyle, por citar algunas de las obras que más felicidad me han procurado y procuran.

No soy aficionado. Pero mi familia y mis amigos (todos, menos uno, afortunadamente sevillistas) lo son; y habría que padecer esa forma de ceguera que es la pedantería (mal que no afectó a "gentecilla" como Camus o Pasolini, apasionados del fútbol) para no apreciar cuánta felicidad les procura.

Uniendo mis aficiones a la suya les ofrezco estas palabras de El amo de Croxley que Conan Doyle, boxeador y jugador de rugby y fútbol, escribió en 1899 testimoniando la felicidad que aportaba a unas vidas difíciles el boxeo, entonces tan mal visto como ese "juego de caballeros jugado por villanos" que era el fútbol, deportes nacidos casi a la vez (en 1863 se celebró la primera reunión de la Football Association y en 1865 se redactaron las reglas del marqués de Queensberry): "Los hombres acudieron en tropel desde las fundiciones de Croxley, las minas de Wilson y de Heartsease, los talleres Dodd, las fundiciones de Lewerworth. Aunque estaban encorvados por el trabajo y agobiados por la fatiga, doblados en dos por la forma de trabajar agachados durante una semana entera en las angostas galerías carboníferas, o medio ciegos a fuerza de tener que mirar durante años el metal en fusión de un rojo-blanco, encontraban todavía ánimos para poner en sus vidas ásperas y desesperanzadas la nota dorada de su devoción por el deporte, el único descanso de sus vidas... El amor por el deporte contribuye a la felicidad de nuestro pueblo". Han mejorado, afortunadamente, las condiciones de vida. Pero no ha menguado, sino que se ha multiplicado, la felicidad que el fútbol procura a muchos otros pueblos... Y estos días a Sevilla.

Dedicado a la querida memoria de Andrés, sevillista.

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